Un «manto blanco» convirtió en pista de patinaje la AP-9

Xosé V. Gago / Luís A. Núñez

FERROL

Los conductores afirman que el granizo les impidió controlar sus vehículos

01 may 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

«¡Dios, cómo se van!», apenas acertó ayer a decir Juan al salir del túnel de O Sartego y ver cómo los dos carriles de la AP-9 se convertían en lo más parecido a una pista de curling, ese deporte de origen escocés semejante a los bolos pero que se practica sobre una pista de hielo. A Esther Allegue, su esposa, apenas le dio tiempo a girar para no subirse sobre el coche que hacía piruetas justo delante del suyo. «Conseguí parar en la mediana», recuerda, pero no pudo evitar que viniera otro por detrás y les golpease.

La pareja, de mediana edad y residente en Pontedeume, tenía cita en el hospital militar «para hacer una ecografía» y otras pruebas que necesitaba el marido. Y el caso es que «por poco acabamos en el hospital, pero de otra manera», apuntaban.

Iban en uno de los 24 coches sorprendidos por el copioso granizo a la salida del túnel de O Sartego que se vieron involucrados en el accidente múltiple.

«Ocurrió en unos segundos»

«En cuestión de segundos», cifraron desde el destacamento de Tráfico de Ferrol, la franja entre el túnel y la salida de la autopista hacia Neda, en torno a unos 200 metros, se convirtió en un amasijo de metal y cristales rotos. De hecho, «esa parte estaba aún helada cuando llegamos nosotros», argumentaron desde el departamento de Atestados, y la prioridad era cerrar la vía porque, «siempre se puede salir de la calzada alguno más».

Testigos directos de lo sucedido fueron los dos agentes del vehículo camuflado de Tráfico que circulaba en ese mismo instante por el túnel. Vieron como Esther y Juan, así como los ocupantes del resto de coches afectados empezaron a patinar sin rumbo. Entre ellos estaba también Gabriel, otro eumés que se dirigía a su puesto de trabajo en Ferrol. «Nos cogió por sorpresa, vimos una gran capa de hielo y perdimos el control», relata.

«Un manto blanco»

La historia de Verónica Moscoso, profesora del CEIP Ponzos, es parecida. Salió de Sada como todos los días por la mañana y cuando entró en el túnel «caía aguanieve». Al salir encontró «varios coches, un accidente», y pensó que le «daría tiempo a frenar o esquivarlos». No fue posible porque «la carretera estaba cubierta de un manto blanco muy resbaladizo».

El coche «se deslizó como en una pista de patinaje y fue hacia donde le dio la gana». Verónica se dio cuenta «de que iba a chocar con una chica». Tras ese golpe, su automóvil «rebotó, le dio a otro y después se empotró en la mediana». Vio «a los guardias civiles que iban en un coche camuflado, ya estaban allí y habían conseguido detenerse sin chocar con nadie».

Tuvo miedo de que la embistiesen los siguientes en llegar porque «estaba en medio del fregado y era la última». Felizmente, no ocurrió. Luego llegaron las ambulancias, más guardias, muchas grúas, las preguntas («¿sabe con quiénes chocó?», «¿usted por dónde iba?»)... Y el coche de uno de sus alumnos, que tras interesarse por su estado de salud le ofreció llevarla al trabajo en Ferrol.

En el medio del atasco

Unos kilómetros más atrás, miles de conductores escuchaban el rumor del punto muerto de sus coches. Carmen, que todos los día viaja e Ferrol desde Pontedeume en quince minutos, tardó «una hora en llegar». Enseguida pensó que pasaba algo raro. En la panadería había escuchado algo sobre un «accidente con quince coches» y en los luminosos de la autopista brillaban los «¡peligro, granizo!».

Los conductores que llegaron algo después todavía tardaron más. A las 9.40, en el kilómetro 28 el tráfico ya estaba prácticamente parado. Luces de emergencia y punto muerto. Preguntas de ventana a ventana: «¿Sabe que ha pasado?». La mayoría se inclina por usar el móvil y avisar de que van a llegar tarde o subir la radio y relajarse. Otros, más excéntricos, prefieren hablar solos, como una señora de mediana edad que viajaba en un Peugeot azul. Empezó a comentar la jugada en solitario en el kilómetro 27, cuando ya se atisbaba el desvío hacia Fene y las dos patrullas de la Guardia Civil que, en el más puro estilo de una película de tiros americana, impedían el paso atravesados en medio de la calzada. Pero ella siguió charlando con su mismidad incluso delante de ellos, y siguió hasta 35 minutos más tarde, cuando salió disparada por la cuesta de la avenida de As Pías, que une el centro de la localidad y el conocido puente.

Fene fue una liberación para los atascados. Los agentes de la Guardia Civil y la Policía Local, todos con sonrisas comprensivas ante la impaciencia de los conductores, desplegados por la N-651 y el centro de la villa consiguieron que el tráfico se diluyese progresivamente en unos pocos kilómetros. Por As Pías ya se circulaba con total normalidad y alguno de los antes atrapados, olvidando los radares, quizá pasó de los 120.