El Arquivo do Reino busca otra sede para ampliar sus fondos

rodri garcía A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

El centro apenas recibe documentos al carecer de espacio para almacenarlos

21 mar 2011 . Actualizado a las 15:37 h.

Llenos. Así están los casi 6.000 metros cuadrados de superficie útil con que cuenta el Arquivo do Reino de Galicia. Hace unos días, la alusión a este centro durante un pleno de la corporación municipal coruñesa ponía de actualidad su situación. Nada de trasladarlo a Santiago para rellenar los grandes vacíos de la Cidade da Cultura, decía Carmen Marón. «Nunca se planteó eso», ratifican desde el Arquivo. Las preocupaciones de las 36 personas que trabajan en este centro son otras, siendo la principal la falta de espacio para seguir recibiendo documentación. De hecho, desde hace tiempo «apenas recibimos material, salvo donaciones pequeñas, porque no tenemos sitio para ellas», explica la directora, Carmen Prieto.

A la espera de poder contar con nuevos espacios, van redistribuyendo los existentes en un edificio del arquitecto coruñés Antonio Tenreiro que fue inaugurado en 1955. El inmueble sería reformado a principios de este siglo, dando lugar entonces a un debate, hoy ya olvidado, sobre el color azul de su fachada.

Aunque sin dar nombres, Carmen Prieto explica que ya ha planteado al Ministerio de Cultura y a la Xunta, de la que depende, la necesidad de contar con una segunda sede en la que almacenar sus fondos: «Le tengo echado el ojo a un edificio, pero por ahora no puedo contar nada», reconoce la directora.

Y es que este archivo, creado el 22 de octubre de 1775 por una Real Cédula del rey Carlos III, conserva documentos que van desde el 867 hasta los últimos años. «El problema lo tenemos con los fondos, porque el espacio para las labores administrativas llega», explica Prieto.

A lo largo de su historia, el Arquivo do Reino de Galicia ha pasado por diversas sedes como la planta baja y los sótanos del edificio de Capitanía, o el sótano del Palacio de Justicia, sede de la Audiencia Territorial que fue el origen del archivo. De hecho, entre sus fondos hay 167.000 expedientes «que se van limpiando por fases», explica la directora mientras muestra la labor que llevan a cabo dos de las mujeres encargadas de esta tarea. Una de ellas, Flor, apunta: «Levo aquí 18 anos e non fixemos unha segunda limpeza a ningún expediente, non da tempo». «Este tiene cuevas», dice otra de las limpiadoras al abrir un grueso legajo de un expediente en el que, efectivamente, se puede ver parte del papel comido por los bichos.

Otro trabajador se dispone a trasladar los legajos ya revisados al almacén, tras indicar que «los cordeles estropean el papel, por eso ahora los vamos cambiando por cintas». Lo curioso es que esas cintas blancas de algodón estaban a la venta en las mercerías, «pero ahora es más complicado encontrarlas», argumenta la directora.

«El mejor laboratorio»

Además de un completo taller de encuadernación, la cuarta planta del Arquivo está ocupada por «uno de los mejores laboratorios de España», destaca Carmen Prieto. Y lo cierto es que viendo el estado de algunos legajos a la espera de restaurar más que una labor de laboratorio parece que necesitaría un milagro. Pero una animosa Águeda Guardia sostiene que sí es posible recuperar desde estos legajos hasta pergaminos que guardan en sus fondos.

Ante un carcomido legajo, esta especialista explica cómo se va recuperando hoja a hoja y que en ocasiones aunque solo sea un trozo de texto «puede ser útil para los investigadores».

En otra zona del laboratorio, Eva García lava cada una de dichas hojas y a base de algodón, lino y pulpa de papel va reconstruyendo las zonas deterioradas del original. «Ahí se ve perfectamente la parte recuperada», indica. Y es que en la actualidad, una de las premisas de la rehabilitación es precisamente esta: que se note la parte recuperada y que esa recuperación sea reversible.

Muy cerca de la cubas de agua de Eva García está el laboratorio de fotografía en el que se están digitalizando los fondos del Arquivo. En este lugar Jorge Medín muestra como, en ocasiones, los rayos ultravioleta se usan para leer textos que no están a la vista.