Rose Mary M. se recupera en el hospital tras un accidente a bordo del «Balmoral» y sufre porque la sanidad pública no alcanza el nivel de vida al que está acostumbrada
10 may 2010 . Actualizado a las 15:13 h.Desde la cama de la habitación 708 en el Hospital Universitario, la inglesa Rose Mary M. pidió ayer un zumo de naranja dos días después de ser operada por una rotura de cadera. Las enfermeras complacieron sus deseos y le llevaron un brik con pajita. Pero la mujer, lejos de agradecerlo, se quejó de que la bebida no fuese natural: «Esto es horrible. No me había pasado nunca». Es que hasta el momento siempre ha sido atendida «en hospitales de clase alta», manifiesta. Así que esta es la primera vez que la británica de 78 años, que vive bañada en lujo, pisa la sanidad pública. Pertenece a la aristocracia londinense y con su edad vino a conocer en A Coruña la atención sanitaria gratuita; esa misma que muchos de sus compatriotas elogian y utilizan por su calidad.
Rose Mary se encontraba hace una semana por el Atlántico a bordo del lujoso crucero Balmoral. Se trataba del 36.º viaje en barco que realizó esta mujer a lo largo de su vida. Ella misma lo había organizado. Un viaje «exclusivo» para gente de alto nivel social involucrada en el mundo de la moda, que es a lo que ella se dedica profesionalmente. Tiene dos tiendas de alta costura en Londres y no para de viajar a las principales capitales del mundo «para captar tendencias e inspiración».
El destino del crucero era Madeira, pero ella no pudo llegar, se quedó en la costa gallega, donde tuvo que ir a recogerla un helicóptero y llevarla al hospital a las tres de la madrugada del pasado miércoles. «Mis piernas tambalearon y me caí aplastándome la mano y rompiéndome la cadera», explica la ingresada. El que sí llegó a la isla portuguesa fue su marido, que no pudo ser evacuado en helicóptero junto a su esposa.
Cuando Rose Mary pidió el zumo no sabía la sorpresa que se iba a llevar minutos más tarde. «Estoy sola y nadie habla mi idioma. Me ha dicho mi marido que cogía un vuelo desde Madeira y llegaría sobre la medianoche. Ahora solo puedo esperar», decía. Al poco tiempo de acabar sus palabras entró por la puerta un hombre trajeado. Los dos extendieron sus manos y empezaron a llorar.
Aunque Rose Mary haya dicho que nadie la entendía, una de las enfermeras cuenta cómo ayer intentó comunicarse con una chica a la que le encargó que le comprase algo de comida en El Corte Inglés.
El marido no quería perder ni un minuto más en el hospital -el matrimonio pretende cambiarse a uno privado-, así que insistió en «hablar con una autoridad». Pero deberán esperar hasta mañana. Eso los mantiene todavía más contrariados, pues a cada minuto que pasa peor llevan las diferencias entre el Hospital Universitario y la cubierta del Balmoral . Mientras, podrá disfrutar de la lectura de la prensa británica. Gracias al yerno de la paciente que comparte habitación con Rose Mary, que por las mañanas le lleva el diario The Guardian por cortesía y de forma desinteresada.