«É un orgullo poder ser hospitaleira no albergue do fin do mundo»

Eduardo Eiroa Millares
E. Eiroa CEE/LA VOZ.

CARBALLO

Empezó a trabajar en el alojamiento de peregrinos de Fisterra en 1997, siendo la primera hospitaleira de la comarca

16 jun 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Para muchos peregrinos de los que llegan a Fisterra, Begoña Valdomar Insua, la hospitaleira del albergue, es una parte integrante del Camiño. Más que una ruta, la vía es, sobre todo, quienes la forman, y en eso Begoña Valdomar tiene su parte, porque han sido miles los caminantes agradecidos, los que han sido recibidos con una sonrisa y seguro, miles, los que recuerdan su perenne buen humor, incluso esos días en los que las colas de caminantes en la puerta harían sudar a cualquiera.

Begoña Valdomar empezó en el albergue un poco por azar. En 1995 comenzó a trabajar para el Concello de Fisterra. En aquellos tiempos llevaba la radio municipal.

Por entonces, con un grupo de amigos de Mallas, Begoña ya había hecho el Camiño desde O Cebreiro. Por eso conocía las necesidades de los que llegaban andando a Fisterra y por eso decidieron que fuera ella la que se hiciera cargo del albergue fisterrán cuando abrió en 1997. Si entonces aquella experiencia era algo completamente nuevo en lo que había que curtirse con la práctica para aprender, hoy las cosas han cambiado. Trece años más tarde Begoña Valdomar bien puede considerarse una auténtica especialista en el Camiño y en los albergues.

Ha hecho la Ruta en varias ocasiones y sus pies conocen los lugares por los que pasan los que llegan a Fisterra. Además, en su currículo puede aportar como experiencia profesional el haber atendido desde entonces a 89.000 peregrinos. Esa es la cifra de los que llegaron (y oficializan su aventura) a Fisterra desde que se cuentan, en 1997.

Aquel primer año fueron 300. Hoy, cuenta, pueden llegar 300 en un solo día. «Ninguén esperaba o que veu despois», relata.

Y es que las cosas han cambiado mucho desde entonces. Cuenta una anéctoda ilustradora. Un día, dice, al célebre párroco Elías Valiña, granm impulsor del Camiño, lo paró la Guardia Civil cuando estaba con un bote de pintura amarilla en la mano haciendo marcas. Le preguntó que estaba haciendo. «Preparando unha gran inversión», fue la respuesta.

Y vaya si lo fue. Las cifras empezaron a multiplicarse de año en año. Aun así, Begoña Valdomar cuenta que siguen esforzándose igual para que el trato sea lo más personal posible. «Este é un dos traballos máis interesantes que hai na comarca», dice. Y es que son miles los amigos hechos. Aun así, reconoce un cambio: «Xa non o vives coa ilusión do principio, entón todo era novo, diferente», asegura.

Lo que peor lleva es un cambio que aprecia desde hace tiempo, el de la mercantilización de la Ruta. «Estou dacordo con que a comarca medre con isto, pero con sentidiño», dice. Y es que si no hay sentidiño se corre el riesgo de que desaparezca. «Hai que vivir o Camiño, coidar o trazado e coidar ao peregrino, non se pode ver como unha máquina de facer cartos -dice-, o Camiño é unha unión de culturas, de relixións, e non podemos perder iso».

Y tiene claro que los que llegan «falarán de nós na medida en que os tratemos dun xeito ou doutro». El individualismo, dice, se ve cada día más en unas vías cada vez más masificadas. «Como non coidemos a parte fisica e espiritual, isto non funcionará», dice.

Una cierta virginidad, cuenta, se mantiene en el tramo que llega a la Costa da Morte. El encanto, en parte, la magia, se han perdido, por ejemplo, en el Camiño Francés.

Begoña Valdomar huye de luchas por hacerse con la meta de la Ruta. Lo tiene claro: «O peregrino é o que escolle o seu final, é el quen vai mandar sempre, por moito que nos empeñemos», afirma. Eso sí, también tiene claro como valora su puesto en Fisterra: «É un orgullo poder ser hospitaleira no albergue do fin do mundo», dice. Su máxima de trabajo la tiene también clara: «Trata aos demais como queres que che traten a ti». Así vuelven tantos.