«O haiku invita ao acougo e mesmo a afinar a percepción»

CARBALLO

Este coruñés afincado en Corcubión ha publicado «El musgo que indica el norte»

28 abr 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

Con poco se puede decir mucho. Concisión y condensación son virtudes, rasgos clave del haiku, una forma de poesía tradicional japonesa. Jorge Luis Borges o Mario Benedetti se rindieron ante ella, pero ese idilio también surgió con Luis Carril García. Nació en A Coruña en el 1973 y, desde hace algún tiempo, reside en Corcubión, «por motivos de traballo». También por circunstancias, hizo un alto en sus estudios de sociología y trabaja ahora como «axudante de topografía» en el ramal de la variante Carballo-Berdoias que llega hasta Sardiñeiro.

Quizás por intentar acercarse a otra cultura o por querer tomar en píldoras la filosofía oriental, se encontró con los haikus. Hace algún tiempo, la editorial QVE, dentro de la serie Haibooks se puso en contacto con él y dijo sí. Sí a sacar del cajón todos aquellos papeles que había acumulado y poner algo de lo que había en ellos en El musgo que indica el norte , su primera publicación física de haikus. La ilustración de cubierta es de Susana Benet.

Dice ser tan solo un aficionado. «Luis Carril non é escritor, escribiu un libro». Del haiku le convence el ser una forma de poesía de dominio común, no elitista. Esa forma de poesía es la columna vertebral de la obra, pero el cuerpo lo integra también la prosa. Como «territorio místico» o «especie de lejano Oeste», también la Costa da Morte se proyecta a través de sus palabras: «A materia prima é a experiencia directa, non hai divagación, nin soños ou desexos».

Es una modalidad literaria y algo más: «O haiku invita ao acougo, á paz e mesmo ao afinamento da percepción, da sensibilidade». Es complicado transmitir tanto en tan poco y, si se consigue, opina Carril, es solo por un «proceso natural». El hábito no hace al monje, explica, y la forma solo no construye tampoco el haiku: para ser tal ha de tener diecisiete sílabas, divididas en tres versos (suelen ser de cinco, siete y cinco sílabas), pero no solo eso: una de sus palabras ha de permitirle descifrar a quien lo lee en qué estación fue percibido lo que se cuenta; en su interior existir una ruptura (algo sin traducción, en español puede ser un simple signo de puntuación); el autor nunca ha de aparecer como protagonista; la temática agradece versar sobre la natureleza y sus pequeños detalles; y, sobre todo, el haiku implica asumir la sencillez del lenguaje y del día a día. Estilo copla o romancero. Se puede comparar con la captación de un instante en un corto, porque el haiku también puede estar animado, transmitir un tacto, un olor, un sonido o un sabor. Referencia clave es la revista El Rincón del Haiku (vale la pena buscarlo en Internet) y, en menor medida, paseos.net o una modesta publicación de la Universidad de Castilla la Mancha.

A Carril, su libro le ha permitido vivir todo el proceso de publicación y experimentar el agradecimiento a quien se acerca para comentársela o al propio Tachibana, pintor japonés que lo acompañó en la presentación celebrada en Corcubión (las otras fueron en Albacete, Valencia y A Coruña). En El musgo que indica el norte (atención a la palabra musgo) se puede leer, por ejemplo: Racha de viento./Ya son otras las hojas/que pisaré.