«Dejé de trabajar para cuidar de mi madre todo el día»

Alexandra Tenreiro

CARBALLO

22 sep 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Mari Carmen Suárez (48 años) cuida a su madre de 87 años desde hace seis, cuando tras una caída en la cocina de su casa, sufrió una parálisis en el lado izquierdo de su cuerpo. Además está enferma de Alzheimer, lo que la convierte en una persona incapaz de valerse por sí misma. -¿Cómo es su día a día? -Vivo para atenderla. Desde por la mañana hasta que la acuesto por la noche, tengo que estar pendiente de ella todo el rato. Es como si fuera un bebé que no se mueve y hay que darle de comer, dormirlo y lavarlo. -¿Es muy complicado tener una vida normal? -Es completamente imposible. Hace seis años que dejé de trabajar fuera de casa para cuidar de ella. Solamente salgo por las mañanas media hora para hacer la compra. La tarde la paso en casa y por la noche, una vez que la meto en cama, me permito ir un rato a la piscina. -¿Recibe algún tipo de ayuda? -Por parte de mi familia solo me ayuda mi hija de 20 años. Sin embargo, tengo que resaltar el apoyo que me brinda Afaber. Hay días, sobre todo en verano, que recogen a mi madre por la tarde y la llevan al local de la asociación, para que yo pueda ir al medico, a algún recado o simplemente pueda descansar por unas horas. También, si necesito contratar a alguien para que esté en casa, me ayudan a pagar el 50% del coste. Pero no me puedo dar el lujo de pagar a alguien para que me ayude todos los días. -¿Y apoyo económico? -Este año comencé a recibir el subsidio correspondiente a la Ley de Dependencia, y puedo cotizar. -¿Cree que la sociedad entiende el calvario por el que tiene que pasar usted? -No, solamente valoran mi trabajo aquellas personas que han sufrido de cerca el problema que tengo. Muchas noches me cuesta conciliar el sueño, porque mi madre grita o simplemente no puede dormir. Tengo dos hernias por cogerla en brazos para trasladarla. Además es muy fácil deprimirse, por lo que acudo a terapia con otras personas que les sucede lo mismo para sentirme más arropada, ya que esta realidad llega a destruir psicológicamente a alguien.