Madrid no tiene mar, pero la ciudad esconde la pasión de este ribadense por el mundo naval y el modelismo
07 nov 2009 . Actualizado a las 02:00 h.Baldomero Bellón lleva cincuenta años haciendo maquetas de barcos. El modelismo entró en su vida desde el pupitre de una clase de formación náutico-pesquera en su localidad natal, Ribadeo. «Dábamos las clases con un modelo de tres metros y a mi se me iba la vista a el, y el maestro me decía que no prestaba atención, y yo sí lo hacía, pero a lo que me gustaba claro», explica. Andando el tiempo, «me comisionaron a mi al cabo de casi cuarenta años para restaurar la pieza que yo tanto admiraba y que está en la oficina de turismo de Ribadeo».
Tiene en su poder 62 modelos que repasan la historia naval del país. La mayor parte reproducciones de los grandes barcos del siglo XVIII. «La época de Trafalgar y el reinado de Carlos III es mi pasión; es la época de los barcos de vela por excelencia, a partir de ahí competían con la máquina de vapor y la vela fue degenerando. Eran barcos preciosos», dice. Y llamativos.
Su primera maqueta la hizo en 1959. Una réplica del San Juan de Pomoseno , que participó en la famosa batalla de Trafalgar.
El modelismo requiere dosis de minuciosidad que no están al alcance de cualquiera, un arte que Bellón asegura que nada tiene que ver con el ejercicio de la paciencia. «Se requiere amor a lo que se hace, y eso te lleva a superar todas las dificultades. Haces una pieza que lleva ocho o diez horas, no te gusta, y vuelves a empezar». Y sigue reflexionando en voz alta desde su casa de Madrid. «El modelista debe rechazar toda forma de comercio porque te lleva a la inexactitud. Las piezas tienen que tener una escala, guardar una relación para dar la sensación de realismo y las del comercio o son muy grandes o son muy chicas, y si entras por ahí, malo. Procuro hacer las piezas que necesito y a la escala adecuada», dice. Así, cada uno de los elementos que forman parte del barco en el que trabaja llevan su impronta. «Madera, latón, alambre...eso es lo que compro, los materiales». Después llega el trabajo puntilloso de elaborar cada uno de los cientos de elementos e ir encajándolos hasta que el barco, ya acabado, luce en todo su esplendor.
Investigación preliminar
La investigación previa es un requisito indispensable. «Primero hay que averiguar todo lo que se sabe del barco, donde se ha construido, si es para guerra, si es un mercante, si es de pesca, localizar buenos planos, cuantos más detalles puedas reunir de el mejor irá el trabajo. A veces la labor de investigación lo hago sobre la marcha, busco, indago sobre cosas que me van a hacer falta a lo largo del proceso», dice. Se calla un instante y a continuación señala que «lo más difícil es el realismo de la obra, y eso no se logra fácilmente en un año ni en dos años, es una labor de años».
Es difícil calcular cuánto tiempo invierte en culminar la maqueta de un barco. «Antes yo trabajaba en la fábrica y en mis ratos libres, domingos y festivos, las vacaciones, me dedicaba en cuerpo y alma al modelismo, lo dedicaba al modelismo. Ahora jubilado dispongo de todo el día y me cunde más, pero antes en la fábrica trabajaba 12 o 14 horas y había semanas que no los tocaba. Puede llevar entre seis o siete meses ahora que trabajo todos los días unas cuantas horas».
Lo que más trabajo llevan son los que en el mundillo naval denominan «de tres puentes, teniendo en cuenta que llevaban de 110 a 120 cañones, como el Santa Ana , el Real Felipe . Eran los acorazados de aquella época, el barco más grande, con dos mil y pico de hombres. Es el que más trabajo tienen por la complejidad porque tiene cinco o seis cubiertas», explica.
Baldomero no trabaja solo. Cuenta con la ayuda de su mujer en algunos momentos del proceso de construcción de las piezas. Su mujer se encarga de coser y tintar con café o té las velas. «Es una artista, si no fuera por ella los barcos irían sin velas. Además de coserlas las tinta para matarle la blancura y darle el tono envejecido que requiere», explica.
«Trincado» y «Sargadelos»
Pero en su haber no solo figuran los grandes barcos de guerra del XVIII. Hombre de costa, en su haber también figuran barcos de pesca vinculados al mar de la comarca en la que nació, «alguna ballenera», o mercantes como el Trincado , o la goleta Sargadelos que pertenecía a la fábrica y en la que llevaba sus mercancías a Ferrol y A Coruña o el Paca Gómez, piezas donadas y que pueden verse en el Museo do Mar de San Cibrao.
De su mano concienzuda ha salido también la maqueta del Bengoechea , un barco de pasaje de Ribadeo que «que llevaba catorce o quince pasajeros y 400 o 500 toneladas de carga de carbón , conservas o lino a La Habana allá por 1860 y siempre lo hacía en verano». No solo aquí se pueden ver algunas de sus obras. El Museo Naval de Madrid tiene una goleta que lleva su marca, e incluso una réplica de la Santa María viajó a Japón.
Ha escrito también un libro, Mi modelismo , en el que muestra su forma de trabajar y los secretos de este arte.