Volver

El drama del 'No a la guerra' en Rusia Yegor Balazeykin El adolescente que planta cara a Vladímir Putin: «Ya no tengo miedo»

Tiene 16 años y lo podrían condenar a una década en la cárcel por protestar contra la guerra con Ucrania.

Por Fátima Uribarri

Viernes, 10 de Noviembre 2023

Tiempo de lectura: 4 min

Esperó a las diez de la noche. «Para no provocar víctimas», dijo. Encendió fuego a un trapo sumergido en una botella con líquido inflamable y lo lanzó con todas sus fuerzas contra el edificio de reclutamiento de Kirovsk (a una hora en coche de San Petersburgo). Su cóctel molotov se extinguió enseguida. Yegor Balazeykin –un ruso de 16 años– se agachó de nuevo y arrimó el mechero a otro trapo, pero no consiguió que prendiera. Luego se fue tranquilamente a la parada del autobús. Allí lo localizó un coche de policía. Le enseñaron los restos del fallido cóctel molotov. «¿Tú hiciste esto?», le preguntaron. «Sí», asintió él reafirmado en su protesta.



Allí lo detuvo una patrulla de la Policía. Se lo llevaron. Lo interrogaron sin asistencia legal y sin haber avisado a su familia. El muchacho admitió haber lanzado el cóctel molotov y se reafirmó en su propósito de protestar contra la guerra de Rusia en Ucrania, donde había muerto uno de sus tíos. «Quiero que la gente deje de morir en la guerra», declaró. Yegor Balazeykin está encerrado desde el 28 de febrero pasado en una celda del centro de prisión preventiva para menores número 5 de San Petersburgo. Comparte encierro con tres jóvenes sospechosos de violación.

alternative text
El cambio. Yegor era un chico estudioso, aficionado a la Historia y el kárate, en una familia apolítica. Tras su detención, su padre, electricista, ha perdido el empleo.

Está acusado de dos intentos «de atentado terrorista» y le pueden caer hasta diez años de cárcel. Se habla incluso de que los tendría que cumplir en la fría ciudad de Arcángel, a más de mil kilómetros de distancia de San Petersburgo. Nada de esto parece amedrentarlo: desde el primer interrogatorio, no intentó ocultar sus motivos y, en su opinión, los días de las pancartas y las manifestaciones pacíficas —también prohibidas por el Kremlin— han terminado. Quienes se oponen al horror y la injusticia de la guerra en Ucrania —dice— han perdido su oportunidad y sólo quedan la desesperación y las acciones que la acompañan. Yegor se ha convertido así en un símbolo del 'no a la guerra' en Rusia.

«Si no hubiera hecho esto —confesó Yegor a su madre—, lo más probable es que me hubiera ahorcado porque no podía vivir con la carga de toda esta gente muriendo»

Por su lucha y su actitud en un país en el que solo sostener un folio con palabras en contra de la guerra supone arrestos y multas, recibe cartas de apoyo y donaciones para pagar a sus abogados. Los necesita.

En Rusia, hay actualmente decenas de detenidos como él. Sus padres —que fueron informados de su detención a última hora de la tarde del mismo 28 de febrero pasado— dicen que desde entonces él se afianza cada vez más en su postura. La prensa local agrega: «Yegor ya no parece un adolescente».

A menudo, muchos se preguntan: ¿no tiene miedo? El 24 de marzo, Balazeikin publicó en Telegram una carta abierta escrita desde la cárcel: «No tengo miedo, no. Antes tenía miedo. Miedo de despertarme por la mañana. Miedo de leer las noticias, que siempre eran las mismas, sólo que con diferentes nombres de lugares y diferentes números de víctimas... Ahora ya no tengo miedo».

Yegor padece una hepatitis autoinmune, una afección que puede ser mortal si no se trata constantemente

Al ver que Balazeikin había pasado de ser inicialmente acusado de dañar la propiedad pública a ser considerado autor de actos de presunto terrorismo, el abogado de derechos humanos de San Petersburgo, Leonid Krikun, expresó su preocupación por que las autoridades —que han impuesto largas penas de prisión simplemente por publicaciones en las redes sociales críticas a la invasión masiva de Ucrania— se ensañen con el joven, para dar a la sociedad rusa un ejemplo de lo que pasa con los opositores.

«Por atreverse a atacar un lugar 'sagrado —dijo Krikun— es probable que lo castiguen con todo el peso de la ley. Así asustan las autoridades a los sospechosos en estos casos para lograr que admitan su culpa, se arrepientan y se presenten ante la sociedad no ya como opositores, sino como ovejas descarriadas que reconocen sus errores».

Su futuro, una preocupante incógnita

Cuando era niño, Yegor Balazeikin pasó meses en hospitales buscando un diagnóstico para una enfermedad que estaba destrozando su hígado. Finalmente, se determinó que padecía una hepatitis autoinmune, una afección que puede ser mortal si no se trata constantemente. Ahora se considera que su estado está en remisión, pero debe consultar con especialistas cada tres meses y tomar medicamentos.

Cuando su madre, Tatyana Balazeikina, pudo visitarlo brevemente tras su arresto y antes de que quedara totalmente aislado, llegó a darle a su hijo sus medicamentos, sus libros escolares y algo de ropa abrigada, pero le preocupa mucho que las malas condiciones y la falta de supervisión médica puedan ser fatales para alguien con esa hepatitis autoinmune.

Sobre el acto que lo llevó a prisión, Yegor le confesó a su madre, según ella misma reveló: «Si no hubiera hecho esto, lo más probable es que me hubiera ahorcado porque no podía vivir con la carga de toda esta gente muriendo». Una responsabilidad absolutamente dostoievskiana: «Todos somos responsables de todo y de todos ante todos, y yo más que todos los otros».