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Investigador de la Universidad de Oxford Aquí se enseña felicidad (1) Michael Plant: 'El dinero y el éxito cuentan menos de lo que la gente cree'

Oxford, Cambridge, Yale, Harvard... Las principales universidades del mundo han creado clases de felicidad. Defienden que es una habilidad que se puede enseñar. Hablamos con los profesores de tres de ellas... y tomamos nota.

Por Carlos Manuel Sánchez

Sábado, 25 de Junio 2022

Tiempo de lectura: 3 min

Cómo se aprende a ser feliz? Los principales centros educativos del mundo creen que es una habilidad que puede adquirirse. Todo empezó en la Universidad de Yale en 2018. Un curso con un título que tenía un título pegadizo –Psicología y Buena Vida– recibió un aluvión de matriculaciones, más de mil. Y hubo que trasladar las clases a la sala de conciertos. La profesora que lo impartía, Laurie Santos, fue la primera sorprendida. Una sorpresa teñida de preocupación. Los alumnos confesaban que lo estaban pasando mal y una encuesta, la primera de muchas, lo corroboró. Santos adaptó entonces las enseñanzas al público en general y las subió a Internet. Aquello se convirtió en viral (casi cien mil estudiantes de 168 países). Y decenas de universidades tomaron nota y siguieron su ejemplo. Con la pandemia, lo que podía considerarse como un fenómeno coyuntural se ha convertido en una necesidad. Y gracias a las nuevas coaliciones educativas se ha extendido.

Michael Plant es doctor en Filosofía Moral y forma parte del equipo de investigación del Wellbeing Research Centre, un centro de la Universidad de Oxford que estudia el bienestar emocional. En 2019 fundó, y dirige, Happier Lives Institute (Instituto para unas Vidas más Felices), que analiza el coste y la efectividad de los recursos dedicados a la mejora de la felicidad mundial.

XLSemanal. Quiero aportar mi granito de arena a la felicidad mundial, ¿qué hago?

Michael Plant. Es lo que intentamos averiguar. Pero es una pregunta difícil. Imagine que quiere donar seis mil euros. ¿Qué es mejor? ¿Comprar mil mosquiteras contra la malaria que protegerán a mil niños; hacer una transferencia de mil euros a seis familias; o tratar a 45 personas por depresión mediante psicoterapia?

XL. Ni idea. Pero no parecen objetivos comparables: salvar vidas, reducir la pobreza, tratar enfermedades mentales…

M.P. En efecto, pero es posible responder a esta pregunta comparando los efectos en el bienestar subjetivo de las personas.

XL. ¿Es un dato fiable?

M.P. Sí, se calcula con encuestas sobre el grado de satisfacción. Algunos son escépticos a la hora de poner números a los sentimientos, pero si queremos saber cómo va la vida de la gente hay que preguntarles. Y los resultados son sorprendentes.

XL. Sorpréndame.

M.P. La salud y la riqueza no son importantes en sí mismas, solo importan porque mejoran nuestro bienestar subjetivo. El dinero y el éxito cuentan mucho menos de lo que la gente piensa para ser feliz. Esto se conoce como 'la paradoja de Easterlin'. El PIB per cápita aumenta en Occidente desde los años cincuenta del pasado siglo, pero los niveles de felicidad están estancados. Las relaciones personales, la conexión emocional, cuentan más.

XL. ¿Y que aumente la felicidad individual sirve para aumentar la felicidad colectiva?

M.P. Sí, hay un efecto contagio. Que haya personas amables a tu alrededor, en tu trabajo, ya es un buen comienzo. Y, además, ahora, por primera vez en la historia, es posible aumentar la felicidad individual y colectiva, y medirlo con rigor, siguiendo métodos científicos, gracias a los análisis de los datos de cientos de estudios realizados en los últimos años. Pero es una línea de trabajo que no ha hecho más que empezar. Nadie puede decir con absoluta certeza cuáles deberían ser las prioridades..

'El PIB per cápita aumenta en Occidente desde los años cincuenta del pasado siglo, pero los niveles de felicidad están estancados'

XL. ¿Estas prioridades podrían cambiar si se adopta este nuevo enfoque?

M.P. Sí, y esto tendría consecuencias a la hora de destinar los recursos de gobiernos, instituciones, filántropos… Por desgracia, se siguen cometiendo errores por no tener en cuenta el impacto en la felicidad y el bienestar emocional.

XL. ¿Por ejemplo?

M.P. Uno muy llamativo es que proporcionar psicoterapia a personas que padecen depresión en países pobres es nueve veces más efectivo en la mejora del bienestar que enviar donaciones de dinero. Lo hemos visto en Zambia y Uganda. Esto nos indica que la salud mental debería tener más peso en los presupuestos de ayuda al desarrollo de gobiernos y oenegés. Es una urgencia que la pandemia ha acentuado. Hace falta más investigación, pero todo indica que la salud mental es uno de los problemas más acuciantes del mundo.