Qué tipos de crisis epilépticas existen y cómo actuar ante cada una de ellas
Enfermedades
La imagen de una persona con convulsiones no es la manifestación más típica de la enfermedad
13 Feb 2023. Actualizado a las 20:19 h.
«La epilepsia es una enfermedad que se caracteriza por tener crisis epilépticas repetidas». Son palabras de Juan José Poza, coordinador del grupo de Estudio de Epilepsia de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Según los últimos datos publicados por esta última, en nuestro país la padecen unas 400.000 personas y cada año se detectan entre 12.400 y 22.000 nuevos casos. No obstante, ni todas las crisis epilépticas son iguales, ni el hecho de sufrir una quiere decir que padezcamos esta patología. En el Día Internacional de la Epilepsia, desgranamos sus posibles manifestaciones.
«Alguien que tenga una sola crisis puede que llegue a ser epilepsia o puede que no, porque existen diferentes motivos, entre ellos alteraciones del cerebro e incluso de la sangre, que pudieran puntualmente hacer que una persona tenga una crisis. Pero lo que caracteriza la epilepsia es esa predisposición a que esas crisis se repitan y eso se puede establecer ya desde la primera o no. Lo determinarán otras exploraciones complementarias», explica Xiana Rodríguez, neuróloga en la unidad de epilepsia del servicio de neurología del Hospital Clínico Universitario de Santiago de Compostela (CHUS) y coordinadora del grupo de trabajo de tratamiento crónico de la epilepsia de la Sociedad Española de Epilepsia (SEEP).
Para diagnosticar epilepsia a una persona tienen que darse una serie de circunstancias. «Solo consideramos que existe la enfermedad cuando el paciente ha sufrido dos crisis, o solo una pero encontramos alteraciones en el encefalograma o resonancia magnética que nos indican que el riesgo de sufrir una segunda es alto, más del 60%», asegura Poza. «Es importante decir que cualquier daño cerebral, por así decirlo, puede provocar lo que llamamos crisis epilépticas sintomáticas agudas. Por ejemplo, si una persona padece encefalitis o meningitis puede tener crisis sintomáticas en relación con esa infección, pero puede que más adelante desarrolle epilepsia o no. Las crisis tienen que darse sin que exista algún proceso agudo que las pueda estar provocando en ese momento», remarca.
Según apuntan desde la Federación Española de Epilepsia, el 25 % de las epilepsias son prevenibles, ya que sus causas provienen de accidentes cerebrovasculares, infecciones como la meningitis, traumatismos y otras lesiones cerebrales.
Por qué se produce una crisis epiléptica y qué tipos existen
Se produce una crisis cuando un grupo de neuronas más o menos amplio descarga impulsos fuera del funcionamiento normal del cerebro. «Existen muchos tipos de células, pero las que más conocemos y las que más nos importan para este caso son las neuronas. Grupos de estas pueden hacer descargas de una forma no habitual, no fisiológica y generando crisis epilépticas que se pueden propagar a otras zonas del cerebro», indica Rodríguez.
Cuando pensamos en una persona que sufre una crisis epiléptica, nos la imaginamos sufriendo convulsiones, pero no siempre tiene por qué manifestarse de esa manera. Rodríguez apunta que «a grandes rasgos, hay dos tipos de crisis epilépticas: unas que se originan en un sitio concreto del cerebro y desde ahí pueden ir propagando a zonas vecinas, llegando incluso a afectar a todo el cerebro; y otras no llegan a afectar a todo, sino que se propagan un poco pero acaban por detenerse». Las primeras se denominan generalizadas; las segundas, focales.
CRISIS EPILÉPTICAS FOCALES
En general, las crisis epilépticas focales suelen ser más frecuentes que las generalizadas. Se pueden presentar de múltiples formas porque las manifestaciones, tal como comentan los expertos, dependen en gran medida del área del cerebro que se activa y de la posterior extensión (o no) a otras partes.
Cada parte de nuestro cerebro tiene funciones específicas relacionadas con el movimiento, la sensibilidad de la piel, la visión, emociones, memoria, etcétera. Para entender mejor cómo se desarrollan estas crisis epilépticas focales, el doctor Poza describe algunos ejemplos: «Por ejemplo, si la red neuronal afectada está situada en la zona del cerebro que se encarga de controlar el movimiento de la mano, el paciente en las crisis lo que puede tener son sacudidas de esa mano o de ese brazo. Si se inicia en la zona que recoge la sensibilidad de la mitad del cuerpo, el paciente sufrirá un trastorno en la sensibilidad de la parte del cuerpo que corresponde, generalmente la mitad del cuerpo. Si empiezan en la zona que se encarga del control de la visión, pueden ver elementos uniformes como luces, colores o formas sin un aspecto demasiado definido».
Según el área cerebral afectada, las manifestaciones de este tipo de crisis focales pueden ser:
- Sensitivas. Se produce una alteración de la sensibilidad en forma de hormigueo, sensación de frío o calor, alteraciones visuales o dolor que afecta a una parte del cuerpo.
- Motoras. La principal manifestación son movimientos involuntarios, posturas anómalas o parálisis de una parte del cuerpo.
- Cognitivas. Dificultad para expresarse o comprender, con vivencia de recuerdos, sensación de deja-vu (algo ya vivido) o sensación de pensamiento repetitivo.
- Autonómicas. Se manifiestan en forma de cambios de temperatura, sudoración, salivación excesiva o piloerección (más conocido como piel de gallina).
CRISIS EPILÉPTICAS GENERALIZADAS
Durante las crisis generalizadas, hay una activación conjunta de todas las neuronas de la superficie cerebral. Si bien en algunas ocasiones la descarga puede iniciarse en una zona concreta del cerebro y, partir de ahí, extenderse: «En este caso sería secundariamente generalizada porque ha empezado a partir de una crisis focal y se acaba extendiendo a todo», confirma Poza.
«Las crisis generalizadas son las que todo el mundo tiene en la cabeza cuando hablamos de epilepsia. El paciente pierde el conocimiento, se cae al suelo, se pone muy rígido, empieza a tener movimientos convulsivos, con frecuencia se muerde la lengua o se puede orinar», asegura el neurólogo. Lo habitual es que este tipo de episodio dure uno o dos minutos. Posteriormente, «el paciente queda más relajado, con el cuerpo flojo y una respiración un poco lenta. Pero poco a poco va recuperando el nivel de conciencia. Al principio suelen estar confusos, agitados, no reconocen bien a la gente y paulatinamente, en un período de quince o veinte minutos, se acaban recuperando».
Este tipo de crisis, según apunta Rodríguez, son las que tienen más riesgo. «Por un lado, porque tienen más actividad motora, pero también porque el cuerpo, durante la crisis, sufre más. Incluso en algunos casos se puede asociar, aunque con baja frecuencia, con muerte súbita», asegura Rodríguez.
Desde el punto de vista médico también se puede clasificar la epilepsia en dos tipos:
- Pacientes que responden al tratamiento y que tienen sus crisis controladas.
- Pacientes que a pesar de recibir distintos fármacos antiepilépticos no acaban de controlar bien las crisis.
Los profesionales consultados concuerdan en que la proporción suele ser un 70 % de pacientes con epilepsia que se encuentran controlados con la medicación y un 30 % que no. «Es un porcentaje importante que, por desgracia, a pesar de las diferentes medicaciones siguen con crisis. En esos casos es importante evaluar por qué no responde bien al tratamiento, porque puede ser que el diagnóstico final en algunos casos concretos no sea epilepsia. No es fácil, simplemente con una conversación en la consulta, definir qué es epilepsia y qué no. A veces no hay testigos, los pacientes no recuerdan bien lo que sucede o hay otro tipo de episodios que se pueden llegar a confundir», aclara Rodríguez.
Cómo actuar si alguien de nuestro entorno sufre una crisis epiléptica
Debido a los posibles riesgos a los que está expuesto una persona cuando sufre una crisis epiléptica, resulta importante saber cómo actuar si presenciamos una. Sobre todo, para prevenir accidentes.
1. Dejar un espacio despejado alrededor del paciente
«En el caso de que el paciente haya perdido el conocimiento, aunque sea una crisis focal, hay que intentar que no se haga daño en ese momento. Como por ejemplo, que pueda caerse», afirma Poza. Se debe prestar atención a cómo se desarrolla el episodio, ya que puede ser información muy útil tanto para el propio paciente —es probable que no recuerde nada de lo sucedido—, como para el propio médico a la hora de llevar a cabo un diagnóstico.
2. Intentar que el paciente no se haga daño y prestar atención a lo que sucede
Si se trata de una crisis generalizada convulsiva, Rodríguez explica: «Lo que hay que hacer es intentar que el paciente no se haga daño. Intentar agarrarlo para que no se caiga, pero no sujetarlo y así impedir que se mueva, sino tumbarlo en el suelo. Aflojarle la ropa si tiene algo que le oprima el cuello, mirar, estar atento. El médico va a preguntar qué ha pasado para saber si se trata de una crisis epiléptica u otra cosa. Estar pendiente de lo que el paciente va haciendo».
3. No se debe manipular al paciente
En ningún caso se les debe abrir o manipular la boca, ya que pensar que se van a tragar la lengua es un mito. «Aunque es frecuente que se la muerdan y a veces hacen un gemido como si no les entrara aire, no se la van a tragar. Eso que se suele decir es falso. Es inútil ponerle algo para intentar que no se muerdan porque lo hacen en el momento inicial cuando todavía no nos hemos enterado nadie de que está en crisis. Hacer este tipo de cosas solo lleva a complicaciones», recalca Poza. Entre ellas, roturas de dientes o luxaciones de mandíbula. «Incluso existe gente que mete los dedos en la boca del paciente para que no se muerda la boca y se lleva un mordisco fuerte porque en ese momento él cierra la boca con mucha fuerza pudiendo hacer una lesión importante en los dedos», añade el neurólogo.
A veces la cabeza también convulsiona, por lo que puede ser útil poner algo blando para que no se esté golpeando en el suelo.
4. Poner al paciente en una posición de seguridad
Al acabar la crisis o cuando se aprecie que está finalizando, aunque el paciente todavía está inconsciente o con un bajo nivel de consciencia, resulta vital poner al paciente en una posición segura. «Ponerlo de lado, sobre el izquierdo si puede ser. Puede haber saliva, de hecho suele haber mucha. Si se ha mordido, incluso sangre. También puede refluir contenido del estómago, esta posición impedirá que se vaya a la vía aérea y que puedan existir complicaciones», subraya Rodríguez.
5. Hablar al paciente de manera pausada, pueden estar confusos
Cuando el paciente se va recuperando, puede que se despierte confuso, incluso agitado. «Aunque no conozca bien a la gente, oír hablar de una manera pausada, tranquila y sobre todo si es una voz conocida, les ayuda un poco a orientarse y estar más tranquilos. A veces incluso pueden tener una reacción un poco agresiva fruto del desorden. Por eso, intentar tranquilizar la situación hasta que poco a poco vaya recuperando bien el nivel de conciencia», aconseja el neurólogo.
6. ¿Cuándo llamar a emergencias?
Lo normal es que una crisis generalizada dure uno o dos minutos, pero si se prolonga más el tiempo, se debe de llamar a emergencias. «Puede parecer muy poco tiempo, pero cuando uno está convulsionando se hacen eternos. Lo normal es que una crisis convulsiva, de las más fuertes, dure dos o tres minutos. No debe alargarse más de ahí. No digo el tiempo que a lo mejor después esté más cansado, sino la crisis. Si dura más de cinco es importante llamar a emergencias porque puede ser preciso poner un tratamiento para evitar que eso continúe y se convierta en algo más grave. Es lo que llamaríamos un estado epiléptico, como una crisis muy larga que no acaba de remitir», explica Rodríguez.
También se debe acudir a los servicios médicos cuando la persona recibe un golpe, si es su primer episodio, si sufre varias seguidas o «si no se recupera de una forma habitual cuando ya ha sufrido otras».
¿Puede un paciente ser consciente de que le va a dar una crisis?
La respuesta es sí. «Hay pacientes que pueden sentir que van a tener la crisis y que le puede dar tiempo a adoptar alguna posición de seguridad o avisar, o algo», confirma Rodríguez. Además, tal como apunta Poza, en el caso de las crisis epilépticas secundariamente generalizadas, que primero empiezan como una focal, «a veces el paciente puede tener sensaciones de que pueden sufrir una generalizada, aunque en realidad ya es parte de la crisis».
El problema es que no todos los pacientes son capaces de saber que la van a tener. Incluso, según apunta Rodríguez, que ni se acuerden de que la han sufrido: «Eso también complica las cosas porque en consulta para ajustar la medicación te basas en la información que te van dando de cuántas crisis van teniendo. La parte de familiares que nos ayuden a establecer con más firmeza los datos siempre es útil».
Incidencia de la epilepsia en la población
Según apuntan desde la Sociedad Española de Neurología Pediátrica (Senep), más de la mitad des epilepsias tienen su inicio en la infancia. No obstante, «contrariamente a lo que se suele pensar, no es solo una enfermedad de niños», afirma Poza. Puede empezar a cualquier edad de la vida, aunque el número de casos cambia y existen dos picos de mayor incidencia en la población. «Por un lado, personas de más de 50 0 60 años y por el otro, infancia».
En cuanto a las causas que pueden producir esta epilepsia, también varían según de qué grupo de la población estemos hablando. «En los niños predominan las que tienen una base genética. Aunque también puede haber también algunas como consecuencia de complicaciones en el parto o algún tipo de traumatismo craneal», aclara el doctor.
Por otro lado, en las personas de más de 50 años, las causas más frecuentes a las que apunta el neurólogo son la patología vascular cerebral, alteraciones de la cantidad de sangre que lleva al cerebro (a veces a raíz de ictus), tumores y enfermedades degenerativas como el alzhéimer. En este último caso, «puede ser una manifestación precoz, es decir, primero la epilepsia y después la enfermedad».