«Yo no soy un intelectual»

María jesús fuente soledad antón VIGO / LA VOZ

VIGO CIUDAD

El escritor envía a Vigo al personaje de sus novelas, Leo Caldas, para charlar con sus amigos

17 ene 2011 . Actualizado a las 13:33 h.

Para Domingo Villar la taberna de Eligio es ese lugar en el que se siente como en casa cada vez que regresa a Vigo. Ese espacio entrañable al que ya acudía con sus tíos de jovencito. Desde hace más de veinte años ha acompañado a Cesáreo, uno de ellos, a tomar un vino. Es la cita obligada cada vez que llega de Madrid. «Son razones de ambiente y razones personales, afectivas. Las primeras, porque pocos lugares hay con más encanto en la ciudad; las segundas, porque aquí está Carlos y otros amigos y aquí tomé mi primer vino con pulpo. El vino sigue estando estupendo y el pulpo tierno. Por tanto, algo tiene el Eligio que conserva tan bien». El personaje principal de sus obras, el inspector Leo Caldas, acude constantemente al Eligio. «Como yo resido en Madrid y no puedo venir, entonces lo envío a él a charlar con mis amigos, de alguna manera estoy por aquí cuando viene él».

Afición

La afición por contar historias le llegó al escritor vigués de la mano de su padre, un bodeguero que gustaba de reunir a sus hijos en torno a la mesa, como si se tratara de una chimenea, para narrar todo tipo de peripecias. «Creo que para escribir no es tan importante tener la boca abierta, sino los ojos y los oídos para impregnarse de lo que hay alrededor».

Querer aprender y replicar a las historias que oía en su casa no podía desembocar en otra cosa más que en el nacimiento del escritor.

Domingo Villar reconoce que siempre ha sido fantasioso. «Cuando con la edad te vuelves más pudoroso y eso te impide contar historias, la literatura es un buen subterfugio para hacerlo». Y decidió tomárselo en serio. Sabe que es lo más importante que hace y que es muy honesto escribiendo. «Escribo desnudo», explica, para advertir acto seguido que se trata de una metáfora.

«Yo no soy un intelectual, soy un narrador, un contador de historias, un artesano», añade. Confiesa que le lleva mucho trabajo, que duda mucho y que disfruta no sabiendo qué camino tomar. «Es un oficio agotador, pero no lo cambio por ningún otro; hago lo que quiero, lo que siempre soñé».

Susurros

De siempre le gustó la literatura «porque no significa gritar, sino susurrar al oído de una persona que está concentrada como tú cuando lo escribes». Para Domingo Villar la novela es un diálogo entre el escritor y su lector, aunque se repita infinitas veces.

Comenzó con pequeñas narraciones transformadas en cuentos, que por razón de peso se fueron transformando en algo más extenso hasta desembocar en novelas.

«Me gustaban las novelas policíacas porque me permitían escribir de todo sin imposturas, puedes meter el dedo en el ojo de una forma más sutil; podría parecer que la novela policíaca es más burda, pero es al revés, nos permite ser más sensibles con lo que vemos alrededor, contar cómo son las sociedades a través de sus crímenes».

El escritor aprovechó su reciente estancia en la ciudad para recabar información en Moaña y tomar unos vinos en el local de su tío con familiares y amigos de toda la vida.