Ecos vigueses de la guerra de Cuba

VIGO

Vigo despedía, el 26 de enero de 1955, los restos mortales de los independentistas cubanos Rafael Maceo y Juan Cintra, fallecidos en la prisión de las islas Chafarinas

27 ene 2010 . Actualizado a las 12:03 h.

Si a finales del año 1898, la ciudad de Vigo recibió los «buques de la muerte», que traían las tropas españolas derrotadas durante la guerra de Cuba, cincuenta y siete años después, se completaba el círculo con la partida, desde el mismo lugar, de los restos mortales de dos héroes cubanos de aquella guerra de tan infaustos recuerdos. Ocurrió el 26 de enero de 1955. Aquel día, fueron repatriados los restos mortales del brigadier Rafael Maceo y Grajales y del coronel Juan Cintra, fallecidos en 1882 y 1880, respectivamente, en las islas Chafarinas. El general de Brigada era hermano de los líderes independentistas Antonio y José Maceo. A los pocos días del alzamiento del 10 de octubre de 1868 fue detenido y remitido preso por los españoles. Tras escapar, se incorporó al Ejército Libertador, en la División Cuba, subordinado a su hermano Antonio. Participó en la invasión y campaña de Guantánamo. Se incorporó a La Guerra Chiquita en septiembre de 1879 a las órdenes de su hermano José. Tras destacarse en varios combates, capituló el 15 de junio de 1880 con el grado de general de brigada. Fue detenido y enviado preso a Chafarinas, donde llegó cinco días después de José. Allí murió de pulmonía el 2 de mayo de 1882. Estas islas españolas, situadas en la costa marroquí, fueron empleadas como prisión militar desde mediados del siglo XIX. Por cierto que José Maceo tuvo más suerte que su hermano Rafael porque pudo huir de este penal. En 1954, el embajador de Cuba en España, Antonio Iraizoz, se propuso localizar los restos de este militar, para lo que obtuvo el apoyo del ministro del Ejército, Muñoz Grandes, que había sido el jefe de la División Azul. Los restos fueron localizados e identificados. El 21 de enero de 1955 llegaban a Madrid dos arquetas con los restos mortales de Maceo y Cintra. Dos días después partían hacia Vigo en una caravana automovilística. La comitiva cubana se hospedó en el Gran Hotel durante los cuatro días que permaneció en Vigo. El embajador fue agasajado por el alcalde de la ciudad, Tomás Pérez Lorente, con una comida en el Pazo de Castrelos, e incluso pudo visitar una exposición de Abelardo Bustamante, pintor cubano residente en la ciudad. El día 26 de enero estaba prevista la partida de la expedición cubana con destino a La Habana, a través del trasatlántico portugués Veracruz . A las 12.30 horas, se formó una comitiva fúnebre ante el edificio del Consulado de Cuba, en la calle de García Barbón. Las arquetas fueron trasladadas desde el consulado al coche fúnebre por la mujer del embajador cubano y por dos periodistas cubanas, Paquita Cao, de El Pueblo de La Habana , y Elvira Corral, de Excelsior . La carroza fue escoltada por la policía municipal, con dos motoristas abriendo la comitiva. Después iba el clero parroquial presidido por el capellán castrense de Bouzas, padre Comesaña. Junto al embajador cubano, caminaban el gobernador militar de la provincia, general Pérez Porro; el cónsul de Cuba en Vigo, el alcalde de la ciudad, el juez decano, el subdelegado de Hacienda y el cónsul de Venezuela. Santa Ifigenia La comitiva recorrió las calles García Barbón, Policarpo Sanz, Reconquista, Plaza de Compostela y García Olloqui hasta llegar al muelle de trasatlánticos. El capellán del Veracruz recibió los restos, en compañía del capitán del barco y toda la oficialidad. «España despide, por el puerto de Vigo, los restos de dos combatientes cubanos, y una nave portuguesa los recibe, formándose una trilogía de amor iberoamericano», afirmó el embajador Iraizoz. Antes de la partida, se realizó un acto de despedida abordo del barco. A últimas horas de la tarde, el Veracruz zarpó rumbo a La Habana. El buque llegó a la capital cubana el 8 de febrero. Los restos fueron recibidos con honores militares por el general Batista, y fueron expuestos en el salón de Pasos Perdidos del Capitolio Nacional. Posteriormente, fueron inhumados en el cementerio de Santa Ifigenia de Santiago.