«Es raro que yo diga que no a algo»

VIGO

La cantante viguesa participa en varios proyectos musicales en Vigo y Madrid, donde también imparte clases

09 nov 2009 . Actualizado a las 12:00 h.

Según la mitología, Nut es una diosa egipcia que está entre el cielo y la tierra. «Unos dioses tiran de ella hacia arriba y otros hacia abajo y ella está medio», cuenta Mónica de Nut. La cantante viguesa explica que eligió ese nombre artístico por la deidad y por recuperar parte del apelativo de su primera banda, Arte Nut. Lo cierto es que la denominación le va al pelo, porque Mónica está en el medio de muchas cosas.

Su voz de soprano se acopla a proyectos muy diferentes. Su garganta educada en el ámbito clásico se rebeló hace tiempo contra los cánones establecidos y no tiene prejuicios. Puede estar un día cantando ópera, como participando en una banda de jazz, o en una formación folk. No hay fronteras.

Mónica se sintió atraída por la música desde niña y empezó estudiando piano y lenguaje musical en el Conservatorio Superior de Vigo. «Lo de cantar siempre me gustó, pero no me lo planteé hasta mucho tiempo después, quizás porque cuando eres pequeño expresarte cantando es algo natural. Fue mucho más tarde cuando descubrí que con el piano me reservaba más a la hora de comunicarme. Me estaba convirtiendo en una solitaria. Con la voz me costaba menos abrirme y decidí centrarme en ella», cuenta.

Soprano en el jazz y el folk

En sus años iniciales de educación vocal la soprano Teresa Novoa y el pianista Alejo Amoedo fueron sus primeros mentores. «Realmente yo nunca me planteé ser soprano, pero fue un grato descubrimiento porque nunca antes me había parado a escuchar el canto clásico. Era muy lejano, nada familiar para mí». Sin embargo, pronto se sintió limitada en ese repertorio y un ámbito tan endogámico, y a principios de los 90 empezó a abrirse a otros mundos armónicos. «Es que el canto en España es muy conservador. Me gusta mucho Natalie Dessay. Es un ejemplo para mí», afirma. Después de Arte Nut y tras aparcar el Conservatorio vino el Seminario de Jazz con Abe Rábade y Paco Charlín, y a raíz de esto puso el proyecto Monalisa Rara Jazz. Paralelamente se metió en el ámbito de la música tradicional con Chisco, de Fiadeiro, y con Mercedes Peón, a la que acudió como maestra hasta terminar colaborando con ella en algún concierto. Además, por si fuera poco, se metió en el mundillo del teatro con Ksilocos. «Aprendí un montón porque además de cantar había que actuar». A raíz de ahí la llamó Nacho Muñoz, más conocido como Madame Cell, para hacer la ópera Off , que era una fusión de todo lo que había hecho antes: lírico, experimental, jazz...

En la escuela Atrezzo coincidió con Isaac Garabatos, que en aquel momento estaba empezando un proyecto sobre las Cantigas de Martín Códax, «que siempre me gustaron mucho», reconoce, y se metió en otra más: ISGA Collective, una formación que continúa su vida en otras direcciones, abriéndose a más universos musicales.

A pesar del abandono temporal de la formación académica, la multidisciplinar artista decidió terminar lo que había empezado, así que se licenció en la Escuela Superior de Canto de Madrid, además de diplomarse más tarde en pedagogía musical por la Universidad de Vigo.

Mónica ha cantado también en la calle. «Al principio, y aún ahora, de vez en cuando.», asegura. «Es muy gratificante. En vez de ensayar en soledad, siempre hay alguien que te anima. Una temporada salía a actuar en grupo y llegamos hasta Hungría», recuerda»

Para dar cobijo a su versatilidad, la viguesa se justifica con su carácter: «Es raro que yo diga que no a algo». Por otra parte, es práctica: «En los tiempos que corren, si quieres vivir de esto, es mejor decir que sí. Además, siempre se aprende algo nuevo», argumenta, y añade que «lo normal es que un músico profesional se sepa manejar en varios estilos. Hay una separación de estilos que no tendría por qué darse, pero es así, y también lo es entre el público. Hay clichés muy difíciles de superar», se lamenta.

Actualmente, Mónica de Nut reside en Madrid y compagina su trabajo como cantante y actriz con la docencia en la Escuela Municipal de Música de Valdemoro. Su interminable agenda de actividades aún no ha terminado. En la capital, la viguesa forma parte del coro Black Light Gospel Choir, que este mes participa en el Festival de Jazz de Madrid. Por otra parte, quiere seguir con el Mónica de Nut Trío y recientemente ha descubierto su capacidad como compositora. «Debería hacerlo más a menudo», reflexiona, tras desvelar que está poniendo música a unos poemas de Manuel Cuña Novás para un homenaje en el Brumario Poético de Pontevedra.

«Cachivaches» sonoros

En el perímetro del folk, la vocalista también colabora con el Cuarteto Caramuxo, con varios trabajos destinados al público infantil, y es la voz del dúo Litanei, (con Paco Dicenta al bajo). También está metida en un proyecto audiovisual y poético con Yolanda Castaño, y participa en el programa 6x6 ideado por Alfredo Rodríguez, que se lleva a cabo en el Verbum. A pesar de todo eso, y dejándonos cosas atrás, Mónica de Nut regresa a menudo a su casa de Vigo. Allí tiene algunos de sus cachivaches sonoros favoritos. «No me había dado cuenta de que tenía una colección, pero me parece que sí. Son artilugios que he ido encontrando, y que tienen mucho encanto», cuenta mientras despliega su muestrario de instrumentos que en ocasiones ha incorporado en sus espectáculos: unos crótalos de la India; un ingenio alemán llamado El diablillo del bosque , que parece como si tuviera un gnomo dentro; un silbato con forma de búho que suena como el ave, una pandereta del artesano Sanín, un chiflo brasileño con alboroto de batucada y samba; un xilófono, un carillón con forma de tiovivo, martillos de plástico... y para poner el contrapunto, el silencio: Un aparato para hacer pompas de jabón.