El título de Miss Galicia se convirtió en un trampolín para esta viguesa que triunfa en la televisión italiana y que no renuncia a hacer carrera en el mundo del diseño
24 ago 2009 . Actualizado a las 15:48 h.Cuando era pequeña Vanessa Mariño quería ser muchas cosas. «Siempre fui muy soñadora», dice. En la larga lista de profesiones que le gustaban no aparecían ni la de modelo, ni la de reportera de televisión ni tampoco la de actriz, que son justo a las que vive entregada desde que se convirtió en Chica Interviú hace nueve años gracias a unas medidas casi perfectas según el canon de belleza, 87-59-87. El título llevaba aparejada una sesión de fotografías ligera de ropa. Ahí empezó todo.
En realidad lo había hecho 18 años antes en A Guía, en una casa situada a tiro de piedra de la cima del monte. Su rincón favorito es precisamente una de las rocas que circundan dicha cima, desde la que se contempla toda la ría. «Cuando me siento en ella pienso ya estoy en casa», dice. Desde hace cinco años, que son los que lleva trabajando en Milán, lo hace de forma muy esporádica. «El mar es lo que más echo de menos», dice.
En el país transalpino ejerce de reportera política en el programa de humor más visto de la televisión, muy parecido al Caiga quien caiga español. «He tenido que acostumbrarme a leer cada mañana las páginas políticas de los periódicos que, habitualmente me las saltaba», reconoce. La cadena es de Berlusconi, así es que resulta obligado preguntar si tiene constancia de si es cierto lo que se cuenta de él: «En lo personal no lo sé porque no le conozco, sólo le vi una vez, pero en lo profesional no es el capo sino más. Como quiera algo lo consigue. Pero los italianos le quieren y le votan», afirma.
La audiencia de Striscia la notizia, el programa en el que participa, demuestra que también quieren a esta viguesa que pretende abrirse camino en el mundo de la interpretación. De ahí que se haya convertido en imagen de la principal empresa de telefonía del país, o de su licor más popular. «Mi fotografía está por todas partes», reconoce.
En España las que más se recuerdan son las de los posados que realizó para Interviú y las de los desfiles en bikini que le valieron el título de Miss Galicia en el 2002.
Disgusto
El primero le costó un pequeño disgusto en casa -«mi padre no sabía que salía en la revista y un compañero gracioso se la dejó sobre la mesa», explica-, por no hablar de los comentarios subidos de tono que tuvo que escuchar en la cadena de Citroën, en cuyo departamento de pintura trabajaba entonces. «Fue duro porque el ambiente era muy machista. Los meses que aún seguí trabajando en la fábrica después de aquello fueron muy complicados; cada día me prohibían una cosa diferente, pequeñeces, pero que a mis compañeros varones les pasaban por alto», asegura.
Añade que aquella es una etapa superada y que ahora lo único que le interesa es prepararse adecuadamente para dar el salto al mundo de la interpretación, diseñar (está a punto de sacar su primera colección de moda) y pintar. Desconocía sus potencialidades en este campo hasta que hace cuatro meses un impulso la llevó a aprovisionarse de lienzos y pinceles. «La gente que ha visto mis cuadros afirma que tengo talento; de hecho, ya me han ofrecido hacer una exposición en Italia», asegura.
Lo suyo es el acrílico y el pop art. Le gustan los retratos. Pinta siempre de noche y hasta el momento sus modelos son estrellas del celuloide. El último cuadro, una imagen de Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes, fue su regalo de boda para Antonio David Flores.