Cómo romper el esquema de la fatalidad

Soledad Antón soledad.anton@lavoz.es

VIGO

26 mar 2008 . Actualizado a las 11:25 h.

Los números por sí solos no son más que eso, guarismos. Cuando se llenan de contenido aplicándolos a asuntos concretos es cuando se transforman en alegres, esperanzados, inalcanzables... Y, por supuesto, también dramáticos. De éste tenor son la mayoría de los que ayer tuve ocasión de escuchar en primera persona por boca de sus protagonistas. Ese hombre orquesta que es Antón Bouzas (está en casi todo lo que tiene un intento solidario) me había invitado a asistir a un encuentro de personas sin techo, con la apostilla añadida de que procurara no perdérmelo. La cita era en un local del Casco Vello. Para más señas en el Centro de Promoción de Empleo del barrio. Y no me lo perdí.

Desde una esquina de la sala escuché con atención y tomé unas pocas notas de lo que se decía. Los reunidos, alrededor de 70, estaban allí para conocer experiencias de integración social que se realizan en otros lugares. Viajó expresamente desde Madrid para desgranarlas Antonio Rodríguez, toda una autoridad en la materia según afirman los que saben de esto, además de según se colige de su currículo. Además de llevar 16 años trabajando con personas sin hogar, es una de las voces de España en Bruselas en materia de integración.

Europa se ha puesto una fecha, el 2015, para lograr que nadie que no quiera vivir a la intemperie tenga que hacerlo. La pregunta de algunos de los presentes (Indi, Laura, Juan, Landesa...) brotó al unísono: «¿Y mientras tanto, que?». Pues mientras tanto a seguir llamando a las puertas de las distintas administraciones hasta garantizar la cobertura de los servicios mínimos.

Por ejemplo la entrada en funcionamiento antes de que finalice el año del albergue que ha prometido el Concello. La concejala de Asuntos Sociales, que compartiría luego comida con ellos, hizo otra promesa: «Antes de tres meses dispondremos de un piso para atender los casos más acuciantes».

Antes de que María Méndez se incorporase al encuentro se había hablado mucho de política. «Hay que hacer apuestas que vayan más allá de abrir cuatro albergues. Hay que romper el esquema de la fatalidad», vino a decir Antonio Rodríguez. También fue él el que subrayó lo importante que es contar: «Hay que saber de qué estamos hablando».

Según parece estamos hablando de 8.200 personas sin techo en España, de 15.000 más sin vivienda, de un millón y medio con viviendas inadecuadas (chabolas...) y de un número indeterminado (pero en todo caso muy alto) residiendo en viviendas inseguras.

Después de dos horas escuchando me quedé con la esperanzada frase de uno de los presentes: «No hay nada que ya no tenga solución», y con las habilidades imitatorias de Landesa, con la interpretación a todas las voces de su himno sobre As choupanas de Vigo y, sobre todo, con la fábula del aguilucho, ese cuento de Apollinaire que viene a decir que recuperar las potencialidades de cada uno a veces es tan simple como abrir las alas. Pues sí. Cafés de autor. Tuvieron oportunidad de catarlo ayer los clientes de Metbar. Y también de aprender de la mano de Paulo Grifo y Luis Vilhalba, subcampeones baristas de Europa, que hicieron una demostración de sus habilidades. Emplearon algunas de las variedades de café más apreciadas, entre ellas el Blend ruby. Ya de puestos, aprovecharon para presentar en sociedad la carta de cafés de autor, en la que aparecen combinaciones imposibles (o casi) como el café petazetas o el café loco por un coco.

Me llama el amigo Gerardo González Martín para preguntarme si me acuerdo de que esta tarde (20 horas, Centro Social Caixanova) es el día elegido por los amigos de la recordada radiofonista para rendirle homenaje. Le contesto que lo tengo bien presente.

El acto contará con la presencia de su viudo, Armando Guerra, reconocido artista plástico, especial cultivador del grabado. A Queca la profesión le produjo muchas satisfacciones, entre otras conocerle a él. Fue precisamente haciéndole una entrevista allá por los años setenta. Y conocer a tantas personas que, con el curso de los años (demasiado pocos) se fueron convirtiendo en amigos. Seguro que esta tarde me voy a encontrar con muchos.