«Ernesto Sábato deume as primeiras partituras de tango»

VIGO

El editor y escritor ha recopilado en sus viajes a Buenos Aires decenas de composiciones de música porteña

27 ene 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

«Eu son músico de orella. Aprendín a tocar a guitarra como nos grupos que imitaban aos Beatles e aos Rolling, logo pasamos aos cantautores (aínda teño bastantes cancións miñas grabadas en cinta magnetofónica), e de ahí saltei aos ritmos étnicos», recuerda Víctor Freixanes (Pontevedra, 1951), para iniciar una charla sobre los orígenes de su afición a la música. Aunque ahora vive en Brión (Santiago), el escritor y editor, director general de Galaxia, trabaja fundamentalmente en Vigo, donde está la sede de la histórica empresa cultural gallega. El autor tiene una nada desdeñable colección de partituras, pero solo le interesan las de tangos, fruto de su interés por la melodía porteña y de los numerosos viajes que ha realizado a Buenos Aires por trabajo y por placer.

El hecho de cantar es tan importante para Freixanes, que hasta le sirve como baremo para tantear cualidades ajenas: «Distingo as persoas entre as que cantan despois de comer e as que non. E das segundas non me fío».

El escritor proviene de una familia numerosa y melodiosa que en fechas señaladas se reunía y más que comer, se cantaba: «Podíamos ser máis de vinte. Os días de festa estaban cantando catro ou cinco horas: zarzuela, boleros, tangos, cancións galegas... De todo. O meu irmán Jose, o pintor, máis eu, incorporámonos a ese mundo cunha aportación fundamental que foi Con un sorbito de champán , de Los Brincos. Fomos aceptados coma os renovadores da música familiar», cuenta entre risas. Ahora, Freixanes toca el piano y sigue juntándose para tocar, pero sobre todo lo hace con algunos amigos y en ocasiones especiales (el escritor Luis Paradelo toca el contrabajo y últimamente han incorporado una violinista al combo) aunque reconoce que en algún viaje, sin testigos conocidos, se atrevió a salir al escenario de algún bar perdido por el mundo donde el sentimiento de pudor queda anulado por el anonimato. La colección de partituras fue surgiendo espontáneamente en sus visitas a su ciudad preferida después de Nueva York, aunque él prefiere decir Manhattan, ya que es realmente la que le seduce y conoce, como la mayoría de los que visitan la Gran Manzana.

Para el escritor, ambas urbes reúnen características que las acercan: la herencia de la emigración y su propia identidad física creada a partir de un crecimiento acelerado, además de un increíble movimiento cultural como el que se genera en la capital argentina, donde se puede elegir entre más de treinta obras teatrales en cartel y existen librerías tan impresionantes como el Ateneo, instalada en un inmenso teatro.

Una novela en la cabeza

«Bos Aires foi xerando unha mítica urbana que ten moito que ver coas lendas». Cuenta el escritor que entre dos estaciones del metro hay una estación fantasma porque durante su construcción hubo un derrumbamiento y murieron muchos obreros. «Cando pasa por alí parpadean as luces no vagón, como o fan en tódolos metros antigos, e din que si te fixas ben podes ver as caras dos mortos reflectidas na parede. O tango está metido nesa mítica interna», asegura desvelando, a continuación, que desde hace muchos años «teño unha novela na cabeza que non sei si algún día escribirei, aínda que teño xa varias páxinas. Ten que ver precisamente coa construción dun mundo e a aportación de Galicia a ese mundo». También tiene escrito un guión sobre la figura de Castelao en Buenos Aires, «pero non sei si se fará...».

Su aproximación al tango también tuvo que ver con un flashback familiar, porque de repente «atopeime con que aquelas pezas que cantaba a miña tía Carmiña e o meu avó Saturno, -ao que chamabamos o alemán porque tiña uns bigotes tipo káiser- aparecían nas partituras que tiñan nos rastros de San Telmo e da rúa Ribadavia, e algo na Recoleta, ao carón dos libros vellos. É moi emocionante, porque como en Bos Aires produciuse unha especie de ruína das antigas familias porteñas, as partituras estaban á beira das cuberterías de prata, da roupa de seda das damas ou de libros dedicados e era coma viaxar polo pasado e ir descubrindo a música que se tocaba naquelas casas». Un día, empezó a comprarlas y tiene cientos, desde clásicas de Gardel a composiciones de Piazzola y decenas de mitos tangueros. «Das primeiras que tiven foi unha que me deu Ernesto Sábato, era unha partitura do seu tango Alejandra , con música de Anibal Troilo».