Del trueiro al ganapán

SOCIEDAD

Cada pueblo o villa dispone de su propio lenguaje, distinto al del vecino

24 jul 2011 . Actualizado a las 11:06 h.

Si eres vigués, veraneas en A Coruña y te urgen unas fanequeras, estás perdido. Se te pondrán los pies igual que unas sandías como no aprendas rápido que en Riazor a las chanclas se las llama cangrejeras, como al ganapán se le dice trueiro y a las fanecas, escarapotes. Cualquier otra referencia les sonará a chino. Para evitar sentirse como en Pekín a solo 170 kilómetros de casa, debes saber que al niño coruñés le pican los escarapotes y al vigués las fanecas; el coruñés se cae a rolos y el vigués a rebolos; el coruñés va a la playa en el trole y el vigués en vitrasa; el coruñés va a una parrillada y el vigués a una churrasquería; el coruñés se come una bolsa de patatas fritas y el vigués de patatillas; el coruñés recoge minchas en las rocas y el vigués caramuxos; al coruñés no le gusta que le hagan aguadillas y al de Vigo caladas; el niño coruñés si suspende va a pasantía y el de Vigo, a clases particulares; y el coruñés camina por la orilla sorteando chapapote y el vigués esquiva pichi.

Vayamos ahora tierra adentro, que tampoco son mancos soltando extrañas palabras por la boca. Si un lucense lo invita a dar un paseo por el adarve no es que lo quiera llevar al huerto, es que lo anima a caminar sobre la muralla. Y si usted es un hombre de buen ver y pasea sus encantos por Petín, no le moleste que le llamen arrichado, pues no hay mejor piropo que ese en la comarca de Valdeorras, donde al cerdo no se lo conoce con otro nombre que el de cocho.

Sin tener que irse más allá del Bierzo para cambiar de registro, las niñas de Ortigueira juegan a la mariola y las de A Pobra a la estrícula. Esto es así porque Galicia es trilingüe. Aquí se habla el gallego, el castellano y el aborigen. Cada comarca tiene su propia manera de referirse a las cosas. Y es en verano cuando más se nota, cuando viajamos y en Viveiro le llaman pícaro a nuestro hijo; en Verín le rifan en lugar de reñirle y en Ferrol es mejor atar corto al cativo que se puede escapar a todo filispín.

Tradición oral

Y si no entienden, no tiren el dinero comprando un diccionario, que estas palabras no aparecen. Se transmiten de forma oral, pasando de padres a hijos. Una lengua no oficial. O sí. Porque, oficialmente, si vas a Valdeorras y eres un pesado del que la gente escapa serás un prosmeiro y, si vas a Lugo y estás en las nubes, dirán que estás nos pértagos.

Este potaje de vocablos no se lo sacó de la manga la juventud de ahora. Es más viejo que la pintura rupestre. Salvo excepciones -los jóvenes ribeirenses crearon un lenguaje propio a partir de su Festa da Dorna-, hace ya muchísimos años que cada ciudad, pueblo o bisbarra gira con alborozo el manubrio de la máquina de fabricar palabras, engrasadita como una máquina de hacer chorizos. Por cierto, que si el chorizo sale malo, en la Mariña lucense se referirán a él como chanfaino.

Hay que ver cómo hablan los gallegos. ¿De dónde salen estos términos? ¿Se los inventa uno y el resto lo siguen? Hay de todo. Por ejemplo, el filispín ferrolano procede del mundo marinero, del full speed que aparece junto al timón en los buques.

Todo un río de voces que, como apunta el profesor Ponte Far, ya Torrente Ballester dijo de manera expresa que él no escribía en castellano, que lo hacía en ferrolano, idioma que decía conocer «mejor que ningún otro». Mario Couceiro, en Jergas, argots y dichos del habla ferrolana, explica otros términos de Ferrolterra, como micar, que es como se refieren a faltar a una cita o a no ir a clase: «Seguro que ten relación cunha forma antiga castelá, dar el mico, que significaba faltar a unha cita». Eso mismo en A Coruña es latar y en Vigo hacer pellas. Y no los saquen de ahí.