«El jueguecito a ser dioses hace renacer tentaciones eugenésicas»

Raúl Romar García
R. Romar REDACCIÓN / LA VOZ

CIENCIA

Javier Peteiro, bioquímico y autor del libro «El autoritarismo científico», denuncia el intento de cambiar la evolución natural por la artificial

02 abr 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

La ciencia está perdiendo su papel como búsqueda de conocimiento, pero, al mismo tiempo, se está implantando un reduccionismo que aspira a limitarlo todo, desde lo divino a lo más puramente humano, a una comprensión estrictamente científica al margen de la filosofía o la ética. O, más bien, cientificista. Esta es la tesis que defiende Javier Peteiro Cartelle, jefe de la sección de bioquímica del Complexo Hospitalario Universitario A Coruña (Chuac) en el libro El autoritarismo científico, que acaba de ser presentado con gran aceptación en Barcelona.

-¿Qué es el autoritarismo científico?

-Viene ser una forma de poder que está asumiendo la ciencia como fenómeno emergente y casi autónomo de quien la construye. Es decir, hasta ahora la ciencia era una tarea resultado de la investigación, pero al haber aumentado tanto el número de científicos, de publicaciones y al haberse diferenciado tanto las líneas de investigación, pues llega un momento en que uno trabaja en alguna rama de la ciencia, pero le falla el panorama más general.

-Falta la visión global.

-La transición que se ha dado es la del científico como buscador de conocimiento a un científico productor, bien de un producto aplicado, como una patente, o de publicaciones. La famosa frase de «publica o perece» es una triste realidad. Esto tiene sus beneficios, pero también sus inconvenientes. Y el efecto peor es que si uno encuentra una línea productiva es difícil que la abandone, con lo cual se entra en la repetición, y esto va en contra de aquello con lo que nació la ciencia, que es la curiosidad y la creatividad.

-Y se llega a una situación de extremos.

- Últimamente la aparición de la biología sintética está llevando la situación a extremos grotescos. Se están vendiendo componentes biológicos como se vendían hace años componentes microelectrónicos y se hacen cursos para becarios para que manipulen células, es decir jugando a manipular la vida con bastante alegría, o jugando seriamente a ser dioses, como hace Craig Venter con su cromosoma artificial.

-¿Están jugando entonces los científicos a ser Dios?

- Sí. Hasta ahora hemos sido el resultado de una evolución, pero lo que se persigue ahora por parte de algunos es intervenir en esa propia evolución mediante la manipulación genética y la biología sintética. ¿A qué puede conducir todo esto? No lo sabemos, pero tenemos una experiencia ya peligrosa, que es la de los transgénicos.

-¿Por qué?

-El problema viene cuando los transgénicos saltan a situaciones no controladas, al campo. Las semillas transgénicas ya no son tan seguras como las bacterias que hacen la insulina, puede haber hibridaciones no controladas... Se está perturbando la ecología de una forma desconocida.

-Y los laboratorios entran en la guerra de patentarlo todo. ¿Incluso nuestros genes?

-Nuestros genes no son nuestros, porque están patentados. Se ha llegado a niveles absolutamente ridículos. Hay una carrera loca por patentarlo todo.

-¿Todo lo humano se puede reducir a ciencia?

-En absoluto. La ciencia tiene sus límites. A día de hoy no tenemos una definición exacta de lo que es un gen, pero muchísimo menos de lo que es vida. Pero es que la consciencia también carece de una definición adecuada. Pensar que el sujeto puede ser reducible a sus genes, a sus neurotransmisores o incluso a la interacción entre ellos con el entorno es una tesis muy poco fundamentada, pero en la que subyace el cientificismo que estamos viviendo.

-¿Y qué siente cuando lee, por ejemplo, que el amor se reduce a química?

-Es una estupidez absoluta. Es pretender biologizar lo humano. Decir que si yo me enamoro es porque tengo la dopamina alta es una solemne majadería.

-Pero se hace...

-Estas estupideces se hacen, y se publican en revistas importantes. En Science, que se está convirtiendo ya en el Hola científico, se ha publicado un artículo por el que las lágrimas de las chicas que se emocionan viendo películas tristes hacen disminuir el interés social de los hombres cuando las huelen. Pero ¿cómo alguien puede hacer un trabajo tan idiota, y cómo un trabajo tan idiota es publicado en Science y tiene la difusión que ha tenido. Pues porque hay un ambiente cientificista estúpido que lo favorece. Un ambiente al que no es ajena la influencia de empresas farmacéuticas. Es decir, se inventan enfermedades, como la disfunción sexual femenina.

-Volvemos a los extremos.

-Hay mucha tontería peligrosa, porque el jueguecito a ser dioses, las posibilidades metodológicas que permiten transformar con mucha más facilidad que conocer, y todas estas historias deterministas, están haciendo renacer tentaciones eugenésicas positivas. Es decir, hacer una selección modificando genes. Y si alguien puede tener hijos más guapos, más listos, más fuertes, ¿no lo va a hacer? Pues es probable que sí.

-¿Y cómo se regula?

-Por lo humano. Por la filosofía, por el pensamiento, por la crítica. Cada uno somos una biografía, no podemos ser reducidos a una biología.

javier peteiro bioquímico y autor del libro «El autoritarismo científico»

«Cada uno somos una biografía, no podemos ser reducidos a una biología»

«Nuestros genes no son nuestros, porque están patentados en una carrera loca»