Meteduras de pata, correos que contradicen las teorías oficiales y directivos enriquecidos

La Voz

SOCIEDAD

31 ago 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

El IPCC lleva veinte años trabajando sobre el cambio climático. Sin embargo, desde que presentaron su último trabajo, el cuarto, se han destapado algunos escándalos:

«Climagate»

Se destapó en el otoño del 2009 con el robo de unos correos al profesor Phil Jones, responsable de la Unidad de Cambio Climático (CRU) de la Universidad de East Anglia (Reino Unido). En los textos se demostraba que la recopilación de datos sobre las lluvias en China habían sido una chapuza y por tanto poco fiables. Sin embargo, esta información no se facilitó a la ONU, y de hecho en el trabajo del IPCC se recalca que el aumento de las temperaturas en todo el gigante asiático era un claro indicio de cambio climático, de que las grandes aglomeraciones urbanas afectan a un entorno muy amplio. Sin embargo, las estaciones de control no estaban en zonas tan rurales como se decía.

También se le criticó a Jones, que hubiese tratado de minimizar la importancia que tuvo otro período de calentamiento global, en torno al cambio de milenio, en el siglo X.

Por si lo anterior no fuese importante, en el informe del IPCC se encontraron varios errores garrafales que el IPCC tuvo que aceptar. Por ejemplo, se dijo que el 55% de la superficie de Holanda está por debajo del nivel del mar, frente al 26% que indica el Gobierno holandés; al parecer, lo que el IPCC quería decir es que el 55% de Holanda podría sufrir inundaciones. Mucho peor fue lo del Himalaya, ya que se decía que los glaciares de esta cordillera podrían desaparecer en el año 2035, un dato grotesco para la comunidad científica.

La empresa de Pachauri

Otro escándalo de importancia saltó por las acusaciones sobre el presidente del IPCC, Rajendra Pachauri, al que se considera un ingeniero ferroviario que tiene una doble cara. Además del IPCC, Pachauri es consultor de numerosos fondos de inversión verdes y empresas dedicadas a la tecnología sostenible.

E incluso más, tiene un puesto en el comité de vigilancia de la Bolsa del Clima de Chicago, entidad que se dedica a comerciar con cuotas de carbono que los países ricos compran a los más pobres.