En el hospital se enseñará lo justo

Sara Carreira Piñeiro
Sara Carreira REDACCIÓN/LA VOZ.

SOCIEDAD

Los pacientes exigen que se respete su pudor y la apuesta clara son los camisones cerrados cuyas aberturas, nunca en la espalda, se regulan con corchetes o botones

11 jul 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

El camisón de hospital abierto por la espalda, tan difícil de llevar sin mostrar gran parte del cuerpo, pasará pronto a la historia. No en Galicia, donde el Sergas no ha previsto ningún cambio de la indumentaria de los pacientes a corto o medio plazo, pero sí en otros sitios. Por ejemplo, en Inglaterra, donde se solicitó la colaboración de un modisto de renombre -Ben de Lisi- para diseñar una nueva forma de ser paciente.

El éxito parece garantizado porque se tiene en cuenta una de las principales demandas de los afectados: no enseñar más de lo necesario. No es que uno esté en contra de facilitar a los médicos su labor, pero a pocos les da igual mostrar por los pasillos todas sus vértebras.

La propuesta de Ben de Lisi es muy sencilla, pero no se le escapa detalle. La clave es que tiene corchetes desde el cuello hasta el final por uno de los lados. Eso permite el acceso rápido a cualquier parte del cuerpo del paciente, y se pueden abrir los corchetes que se necesiten para pasar, por ejemplo, una sonda o el suero; además, frente al uniforme y deprimente blanco o azul habitual, De Lisi apuesta por el estampado, mucho más favorecedor y también unisex. Lo completa con una manta-toquilla para salir de la habitación sin problemas, tanto que hasta tiene un bolsillito para el móvil.

Eficacia nórdica

Los camisones de hospital se generalizaron en los años sesenta, y vinieron de los países nórdicos. Allí se apostaba claramente por la curación de los enfermos en un ambiente totalmente limpio. Los hospitales eran enormes moles que emulaban en la forma y en el fondo a las fábricas, en este caso de curación. Los pacientes eran casi objetos que se trasladaban de una sección a otra, se atendían por turnos y se manejaban como trabajo en cadena. Incluso en esa época no se recomendaba a los familiares visitar a los internos.

Pero las cosas han cambiado mucho en la sociedad, y el modelo hospitalario también. Se opta por centros más pequeños, con habitaciones individuales o de dos camas, con servicios como wifi o auriculares para cada paciente. En La Rioja se cumplen estas premisas en el hospital público de San Pedro, donde los enfermos pueden llevar su propio pijama o camisón.

Una de las pocas comunidades que tienen en marcha un programa conjunto para la ropa es Asturias. El jefe del servicio de hostelería del Hospital Central de Oviedo, Alfonso Pandiello, explica que se trata de mejorar en uno de los talones de Aquiles de la sanidad española, «cuando fuera de los hospitales -razona- tenemos una hotelería de altísimo nivel».

Son muchas las cosas que han cambiado, y se ha hecho poco a poco: llevan unos cinco años en este proceso. En lo que a los camisones y pijamas se refiere, se ha optado por modelos cerrados por detrás con botones por todo el frente. Solo cuando se accede a un quirófano o en momentos puntuales se usa el camisón tradicional. Otro cambio es el toque de color: «Es más agradable. El color define la talla -apunta Pandiello-, lo que facilita mucho la labor en las plantas, aunque a nosotros nos lo pone más difícil a la hora de lavar». Así, en adultos la talla XL es azul, la M es amarilla, la L es verde...

Y en los niños ocurre lo mismo, aunque en mayor medida: «Los pijamas son de colores y tienen animalitos, lo que se repiten en las habitaciones, la ropa de cama y hasta en el personal sanitario». Tal es la vinculación entre prenda-paciente-hospital que a los recién nacidos del Principado se les regala el pijama del hospital como recuerdo de que las cosas son ahora diferentes.