Un error de cálculo demasiado costoso. La histeria desatada en un primer momento ante las consecuencias de una epidemia cuya evolución se desconocía por completo disparó la alarma no solo entre la población, sino también entre los Gobiernos. Fue el pasado mes de junio cuando la Organización Mundial de la Salud declaró la pandemia por gripe A y conminó a los Estados a adoptar las correspondientes medidas de precaución. Lo que ocurrió, sin embargo, fue que los países más desarrollados se pasaron de frenada. La propia OMS había advertido que con vacunar al 30% de la población sería más que suficiente para contener el virus, pero en un momento de incertidumbre varios países anunciaron que, llegado el caso, harían vacunaciones masivas empezando por los grupos de riesgo. Fue el caso de Francia, Holanda o Estados Unidos, que tenía previsto distribuir 250 millones de dosis entre la población.
Ante la alarma social, el Ministerio de Sanidad incluso había planteado la posibilidad de inmunizar al 60% de la población, pese al consejo del comité científico asesor, que se atenía a las recomendaciones de la OMS. Refrenada la histeria, España se atuvo al plan inicial, solo que con el añadido de la precaución de establecer una cláusula en el contrato con los laboratorios que permitía la anulación de pedidos si al final se demostraba que con una sola dosis de la vacuna era suficiente. La reserva de 37 millones de euros ya no era, por tanto, necesaria.
«Hemos tenido la previsión de aguantar el chaparrón, de mantener la prudencia y no dejarnos llevar por la histeria en un momento en el que hasta los taxistas o los empleados de basuras nos pedían vacunas para protegerse. Todos los colectivos querían ser grupo de riesgo», confiesa un portavoz del Ministerio de Sanidad. España se ha gastado, al final, 94 millones de euros en vacunas de los 277 previstos y probablemente sobrarán seis millones de unidades. Pero Francia invirtió más de 869 millones de euros en 94 millones de dosis. Ahora le sobran 89.