El «Elcano» afronta su 80.º crucero abriendo sus camarotes a la prensa

SOCIEDAD

Al concluir la travesía, los guardiamarinas habrán aprendido incluso a navegar observando los astros

25 ene 2009 . Actualizado a las 03:01 h.

Fue una imagen espectacular. El pasado 10 de enero, decenas de embarcaciones, entre las que se hallaban varios patrulleros de la Armada, escoltaron al Juan Sebastián de Elcano en su despedida del puerto de Cádiz. Comenzaba su octogésimo crucero de instrucción, una travesía que lleva a 34 guardiamarinas -5 de infantería de marina y 29 del cuartel general-a diez puertos americanos y de la que fue testigo de excepción La Voz de Galicia.

Por primera vez en 20 años, el buque abría sus camarotes a la prensa, y dos reporteros de este diario vivieron a bordo los seis días de navegación hasta la primera escala, Tenerife, acompañando a los alumnos de la Escuela Naval de Marín.

Antes de partir del puerto gaditano, estos asistieron en la iglesia del convento de Santo Domingo a una misa presidida por la Virgen del Rosario, más conocida como La Galeona y que ha acompañado al Elcano en cinco vueltas al mundo. Posteriormente, y después de que la dotación del buque escuela se despidiese de allegados y familiares, la embajada flotante puso rumbo hacia las islas Canarias.

El día a día de los guardiamarinas es un compendio de estudios, prácticas, maniobras militares y guardias. La diana es a las siete de la mañana. Cuando ni siquiera el sol ha despuntado, empieza una jornada que dedica sus primeras horas a los libros, con asignaturas que van desde la navegación o la meteorología hasta la táctica y operaciones anfibias. Todo ello con el objetivo de formarse como oficiales de la Armada y ser «un ejemplo militar», según subraya el capitán de corbeta y jefe de estudios Jesús Manso Porto.

Desechando tópicos

Los alumnos compaginan su formación académica, como futuros oficiales, con las guardias. Esto último les permitirá conocer de primera mano los diferentes puestos y responsabilidades.

Frente a la extendida creencia de una vida desahogada y placentera, se mojan... y mucho. Ya no solo se trata de las guardias, sino que también deben participar en las maniobras. Es el caso de la general, que implica desde subirse a los palos para recoger o extender las velas hasta tirar de toda clase de cabos, y todo para conseguir virar o, simplemente y dependiendo de las condiciones meteorológicas, izar o arriar el velamen. «Es el equivalente al zafarrancho de combate» en otros buques, matizó el alférez de navío Javier Ferrao.

En este marco, antes de fondear en cualquiera de los once puertos, diez de ellos en el continente americano, los guardiamarinas, divididos en grupos, deberán preparar y presentar en público sendas charlas de carácter cultural y turístico sobre la localidad en cuestión, así como describir la derrota o rumbo que el bergantín debe seguir al llegar al puerto. Ambas conferencias, en alguna de las escalas, se completan con una tercera, de carácter profesional, que versará sobre cuestiones tan dispares como actuales: amenazas NBQR -anagrama de nucleares, bacteriológicas, químicas y radiológicas-, la piratería marítima o la guerra de la información, pero sin dejar de lado la historia española o la situación económica por la dependencia del petróleo.

Charlas en inglés

Las charlas en los puertos tienen la dificultad añadida de que, excepto la de Tenerife, deben ser en inglés. Las clases continúan por las tardes. No se descuidan otros aspectos, como la educación física o las observaciones meteorológicas y astronómicas -tienen que saber navegar empleando los más modernos sistemas, pero también observando los astros-.

Ni siquiera se salvan los fines de semana. Aunque la presión, por decirlo de alguna manera, es menor, todos son conscientes de que para sacar adelante el curso no se pueden descuidar ni sábados ni domingos.