El cambio climático afectará más a los árboles atlánticos

SOCIEDAD

24 jun 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

La ola de calor del 2003, la más dura que azotó Europa al menos en los últimos 200 años, con un incremento de cinco grados respecto a la media, no solo provocó miles de muertes en el Viejo Continente, sino que también dejó su huella en los ecosistemas. La canícula alteró el mecanismo fisiológico de plantas y árboles, que empezaron a volverse amarillos y a despojarse de sus hojas antes del otoño. Pero este fenómeno tuvo efectos muy desiguales. Mientras que las especies propias del Mediterráneo se aclimataron mejor al brusco aumento de las temperaturas, otras típicas de zonas atlánticas, como la haya, el avellano, el abedul, el aliso, el cornejo y algunas especies de chopo, empezaron a debilitarse. Incluso en plantas como la gayuba llegaron a producirse extinciones parciales.

Por primera vez, un estudio de la Universidad del País Vasco dirigido por el investigador Juan Ignacio García-Plazaola ha constatado esta situación en España en un estudio en el que se compararon los efectos de la canícula en doce especies mediterráneas y seis atlánticas en el verano del 2003 con relación a los observados en los años 1998, 1999 y el 2001.

«En principio lo que que planteamos es que cuando las especies se adaptan a condiciones desfavorables modulan su capacidad de fotosíntesis, y las mediterráneas mostraron una mayor capacidad de respuesta, fueron mucho más plásticas, con una capacidad de inducir los sistemas de defensa mucho mayor», explica García-Plazaola.

Dentro de las especies atlánticas, el haya fue una de las que mostraron un mejor comportamiento ante el calor y la menos afectada. En conjunto, el boj es la que soporta mejor las situaciones extremas, tanto de frío como de elevadas temperaturas.

Si, tal y como vaticinan los modelos teóricos, el cambio climático convertirá en más frecuentes las olas de calor, este fenómeno repetido podría llegar a amenazar en el futuro la supervivencia de los árboles atlánticos. «Este resultado plantea dudas sobre la viabilidad futura de ciertas especies de tipo atlántico que encuentran en la Península su límite de distribución, como es el caso del haya», concluye el investigador vasco.