Licencia para volar en solo noventa minutos

CARBALLO

Una empresa oferta en A Coruña y Santiago la posibilidad de pilotar una avioneta tras asistir a un curso

03 may 2008 . Actualizado a las 03:00 h.

La cita es a media mañana. «¿Te gusta volar?», me preguntan poco antes de pisar la pista de Alvedro. Suena a anuncio de coche, pero al otro lado del control de seguridad no espera un asiento ni el ritual de las azafatas explicando la ubicación de las salidas de emergencia. Esta vez el protagonista es David Fernández, director de operaciones de la empresa Aeroflota del Noroeste, AFN, que desde hace un par de meses ofrece a todos los fans de los aviones una curiosa oportunidad: convertirse en piloto, aunque solo sea durante 45 minutos.

«Es una idea que se ha empezado a llevar a cabo en Inglaterra e Irlanda y allí ha tenido mucho éxito. En Galicia, hemos empezado hace apenas un par de meses y, a pesar de no hacer ninguna publicidad, ya hemos contado con unos veinte clientes que han llegado a nosotros a través de una empresa especializada en actividades de aventura», cuenta mientras nos dirigimos al hangar.

Allí espera la primera etapa del apasionante día. 45 minutos de teoría sobre una pizarra en los que recuerdas los principios de la física tantas veces malditos en el BUP de antes. El teorema de Vernouillet es la clave del vuelo de la aeronave y el profesor demuestra la importancia de las corrientes de aire con un simple folio.

Tras las escuetas explicaciones teóricas, el avión, un monomotor Arrow de doscientos caballos de potencia, que vuela a una velocidad máxima de 150 nudos -unos trescientos kilómetros por hora- espera. «Es un aparato muy leal y seguro», cuenta David Fernández mientras desgrana todos los elementos de la aeronave. «El motor se cambia cada dos mil horas de vuelo como máximo y todos los sistemas están duplicados para cubrir cualquier posible fallo», insiste para tranquilizar al neófito ante su bautismo de aire.

El trámite se repite en la cabina. «Siéntate en el asiento del piloto», dice David Fernández. Con un ligero tembleque en las piernas, escucho los consejos de la torre de control. El Arrow surca los casi dos mil metros de pista y se eleva sin problemas. «Volar es fácil. Solo tienes que mirar el morro, si ves mucho cielo, es que vas subiendo y, si ves mucho mar, pues es que estás descendiendo», explica el instructor de vuelo con toda la paciencia. «Coge los mandos». La instrucción suena rotunda. Nervioso, cojo el timón. Y el avión vuela solo con una sensación irrepetible hormigueando en el estómago. Cuarenta minutos más tarde, la aeronave toma suelo siguiendo la estela de la pista y la aventura toca a su fin.

¿El coste de la experiencia? 295 euros por persona.