El olfato naranja va cuadrando los números

La Voz

SANTIAGO

13 nov 2011 . Actualizado a las 06:00 h.

Sin hacer ruido, el Fuenlabrada ha sabido encontrar un modelo económico y deportivo que en las últimas temporadas le permite transitar por la élite del baloncesto con notable desahogo. Todo descansa en su olfato para los fichajes, al que ha ido añadiendo una interesante apuesta por la cantera. Sin ir más lejos, en la plantilla que hoy visita Sar hay tres nombres propios que se foguearon en la LEB, en el Illescas (equipo vinculado): Álvaro Muñoz, Adrián Laso y el mexicano Gustavo Ayón.

Pero es el buen ojo del club naranja para encontrar mirlos blancos el que le está reportando mejores dividendos. Hace casi diez años, incorporó a un argentino de nombre Walter Hermann que no tardó en ser traspasado al Unicaja por tres millones de euros. Eran tiempos de opulencia.

Tampoco dudó en apostar por Brad Oleson, que venía de impartir magisterio en la LEB, en las filas del Rosalía, pero que no tenía experiencia en la élite. En el Fuenlabrada hizo exactamente lo mismo que en el conjunto colegial y se fue al Real Madrid en una operación tasada en 1,5 millones de euros. No llegó a debutar con los blancos porque fue incluido en las negociaciones para el fichaje de Pablo Prigioni.

Esa misma temporada, Saúl Blanco puso rumbo a Málaga por algo más de 800.000 euros. Por una cantidad parecida emigró el pívot Batista a mediados del pasado curso para reforzar al Baskonia.

Y el próximo en dejar dinero en caja será Biyombo, que rompió unilateralmente su contrato atraído por los Hornets de Charlotte. En cuanto se solucione el lock out, el pívot está obligado a alcanzar algún tipo de acuerdo con el Fuenlabrada.

Por las filas naranjas también pasaron nombres ilustres como Prigioni, Calderón, Nate Hoffman o Roberto Dueñas cuando apuntaban detalles. Tomaron impulso, y de que manera, en el conjunto madrileño.

Y parece que esta temporada el modelo seguirá dando sus frutos. Gustavo Ayón no deja de progresar y nombres como los de Kirk Penney o Mohamed Sené ya empiezan a sonar con voz propia, en un caso por su capacidad de anotación y en el otro por la intimidación.