El plan de energías renovables 2011-2020, el denominado PER, compromete a España a cubrir el 20% de la energía consumida a partir de fuentes renovables. El código técnico de edificación, para los inmuebles de nueva construcción y rehabilitación, establece que están obligados a cubrir parte de sus demandas de agua caliente sanitaria también a partir de modalidades energéticas alternativas, y en Compostela, una de las que empieza a tener buena fama es la geotérmica.
La capital de Galicia, en el 2007, apostó por introducir en el Parlamento gallego la energía geotérmica, y se convirtió entonces en el primer edificio público de relevancia en sumarse a una modalidad energética que, en el norte y centro de Europa, resulta desde hace años casi un clásico. Suecia, Alemania, Suiza, Austria y Estados Unidos disponen ya de unos mercados consolidados desde hace medio siglo.
A día de hoy, tres años después de la experiencia del Parlamento gallego, según los datos facilitados por la Asociación Clúster da Xeotermia Galega (Acluxega), que reúne a 30 de las 50 empresas con que cuenta el sector en la comunidad, hay en Santiago y su área de influencia veinte instalaciones que han recurrido a la geotérmica, por su eficiencia y menor contaminación, aunque, en principio requiere unos desembolsos mayores, amortizables, según los expertos, en seis o siete años. Uno de los últimos en incorporarse ha sido el nuevo colegio Manuel Peleteiro. También la han instalado un par de hoteles, edificios de viviendas y oficinas, y media docena de residencias unifamiliares de Santiago, Ames y Brión.
Galicia, con 380 bombas de calor en funcionamiento, concentra el 30% de las instalaciones geotérmicas de España, y Santiago representa el 5% de las instaladas en Galicia. ¿Por qué se empieza a considerar lenta pero inexorablemente cada vez más esta modalidad energética? Los instaladores sostienen que permite ahorrar un 70% en la factura energética y reducir las emisiones de CO2, porque se trata de utilizar una energía limpia y renovable que utiliza, con una actuación relativamente simple, el calor del subsuelo para climatizar de forma ecológica. El recibo de la luz no suele dispararse más allá de los 300 euros anuales.
«Es una solución buena para cooperativas y una energía en cualquier caso muy social; a veces la metemos en viviendas sociales, porque sabemos que los inquilinos la van a poder pagar sin muchos esfuerzos», puntualiza el presidente del clúster Acluxega, Manuel López.
La eficiencia energética es uno de los aspectos que defienden los propulsores de la energía geotérmica. «Cuando se instalan en una vivienda tipo de 25 a 35 kilovatios para cubrir necesidades básicas en realidad se están martando moscas a cañonazos», advierte López, en relación a los sistemas convencionales. Con la geotérmica serían suficientes entre 11 y 15 kilovatios, sostiene.