Santa Minia y el milagro de las velas corporales

Patricia Cotón SANTIAGO/LA VOZ.

BRIÓN

El santuario de Brión recibió más de 45.000 visitas en los tres días de fiesta

28 sep 2010 . Actualizado a las 02:00 h.

«Hai que crer nos santos, eu aínda sigo neste mundo grazas a Santa Minia». Así de rotunda se manifiesta María, que como cada año vuelve a besar la urna en la Iglesia de Brión. Con más de setenta años de vida a sus espaldas la veterana devota procedente de O Pino recuerda cómo se ofreció a Santa Minia caminando de rodillas toda la vuelta a la parroquia, y como tras cinco operaciones y una grave enfermedad, la santa obró su milagro y consiguió salvarle la vida.

Ahora María regresa con su familia a ponerle las velas a la joven mártir que con tan solo 15 años fue asesinada por su fe, y cuyos restos descansan ahora en un cuerpo de cera y son honrados cada año por miles de fieles convencidos de sus propiedades milagrosas.

La creencia de que poniendo una vela con la forma de la parte del cuerpo enferma y ofreciéndose a la santa con una misa y algún sacrificio, hacen que esta elabore su milagro, envuelve a los feligreses, muchos de los cuales ven en la santa la única esperanza a la que aferrarse. Es el caso de Milagros Ferreira, que haciendo honor a su nombre acudió hace años a Brión con la esperanza de que su hija se curase. No pudo ser, pero esta mujer de Ordes y su marido aseguran que han mantenido su creencia intacta por lo mucho que confían en los poderes de este santuario.

La fe mueve montañas y en los tres días de fiesta que hubo en Brión más de 45.000 mil personas acudieron a la localidad. En el día grande de la romería, celebrado ayer, en una mañana acudieron 15.000 devotos que tras sus quince minutos de cola, cumplieron con el rito de besar la figura de la santa o pasarle su estampa, para así cumplir el deseo de este año. La salud fue la reina de las peticiones aunque algunos más concretos probaron suerte pidiéndole a la santa que solucionase la crisis en España.

Tiempo de fe y de rosquillas

Para hacer el día redondo, después del tiempo de oración, tocaba comprar las tradicionales rosquillas. A cada pocos metros hasta llegar a la iglesia y en el Campo da Festa, se encontraba ayer un puesto de este dulce famoso en la zona y del que los comerciantes daban a probar para que su sabor embaucase a los visitantes. Y es que la comida también tuvo su lugar: el pulpo y el churrasco acallaron el estómago de los gallegos que después de disfrutar del mercadillo, las rosquillas, las atracciones para los más pequeños y la orquesta, completaron el día con una buena comida, para después volver a casa con la esperanza de que Santa Minia les regale su propio milagro.