Cien vecinos de una aldea plantan cara a la expansión del aeropuerto

Víctor Cacho

SANTIAGO

Los habitantes de Loureda, en Boqueixón, ya han presentado 123 alegaciones y reclaman una pista transversal

04 oct 2009 . Actualizado a las 02:28 h.

La ampliación de la pista de Lavacolla, cuya finalización está prevista -según el alcalde compostelano, Sánchez Bugallo- para julio del 2011, supondrá la realización de una serie de intervenciones que afecta a más de medio centenar de viviendas de la parroquia de Loureda, en Boqueixón, repartidas en tres pequeños núcleos de población. Los vecinos ya se han movilizado y han presentado un total de 123 alegaciones contra la modificación del plan que existía hasta hace unos meses, que consistía en la creación de una pista transversal. «Esa construcción no afectaba a nadie y, en cambio, con la de ahora, machacarán la vida de mucha gente», comenta la vecina Ana Rubio, quien entiende que deben existir «diferentes intereses económicos» para que acometan una intervención así: «Es un desastre innecesario», concluye. Las actuaciones de esta ampliación por la parte sur del aeropuerto incluyen la construcción de un talud de sesenta metros de altura para salvar el desnivel existente. Esta obra amenaza directamente a dos manantiales de agua potable, de los que se nutren unas 15 casas. El aumento de la pista provoca además que el aeropuerto tenga que reservarse unos metros de terreno en las inmediaciones, espacio que llega hasta la puerta misma de alguna de las casas. Mucho ruido La intervención, que se aprovechará de la partida que destinan los Presupuestos Generales del Estado (41 millones de euros para el 2010), proyectó sobre plano una serie de líneas isófonas para conocer cuáles serán las edificaciones que se acercarán al umbral del ruido y que, por tanto, tomarán parte en el plan de aislamiento acústico que se debe llevar a cabo. Esta demarcación acoge a 19 casas que sobrepasarán de los 65 decibelios, aunque la mayor parte de ellas tendrán también unos niveles de ruido muy altos. «En caso de que las maderas que coloquen en las ventanas sirvan de algo, tan solo nos valdrán para cuando estemos en casa», comentan los vecinos. «Cando nos queramos dar conta, teremos todo enriba de nós», arguyen resignados.