Geriátrico o apartamentos de lujo

X. M. Cambeiro

SANTIAGO

Los servicios colectivos pueden hacer que surjan pisos normales y corrientes en parcelas de uso residencial comunitario si uno se despista un poco

11 ene 2009 . Actualizado a las 02:00 h.

Jean Nouvel tiene casi tantos proyectos esparcidos por el mundo como estrellas en el firmamento. Las ciudades referencia tienen su huella impresa y una de sus aspiraciones es plasmar su ideario arquitectónico en Compostela, sumándose a la pléyade de diseñadores de alta costura esta ciudad. Asomó su calvicie en cuantos miradores encontró en Compostela para hilar todas las perspectivas del caserón de Espiño. Ningún arquitecto se tomó tantas molestias por un ruinoso inmueble que pretende convertir en su santo y seña en Santiago.

Su ardor franco se quedó estancado en el varadero en el que, por distintas circunstancias, se están metiendo muchos de los grandes proyectos de la ciudad. La oposición tiene un buen caladero en esta andana de colapsos infraestructurales. Paradójicamente, fue el PP quien denunció que el proyecto del Espiño iba demasiado rápido. Y las partes involucradas (Concello y Layetana) demasiado bien avenidas. Las palabras «especulación» y «negocio urbanístico» bailaron en el proceso inicial asociadas al convenio urbanístico.

Mira por donde, el «negocio urbanístico» es lo que separa precisamente ahora a ambas partes, inmersas en un litigio que ha condicionado el ritmo de las dotaciones públicas vinculadas a la operación Espiño. Y ha parado el dibujo de Nouvel. Y es que Raxoi cree que hay un lucro subido de tono en el proyecto de Layetana. El texto del convenio habla de un geriátrico de campanillas, y la operación huele a simples apartamentos privados. El Concello decidió reservar la licencia para una mejor ocasión. Son los tribunales quienes tienen la última palabra.

El término «comunitario» es el muro contra el que tropiezan el ente público y el privado. El uso residencial comunitario resbala a menudo por los delicados toboganes legales y en su caída se deja atrás la cola: lo comunitario. O se queda rabón, con unos servicios colectivos raquíticos para camuflar un objetivo más rentable. Y es que la membrana separativa parece tan sutil que si uno no mide bien los servicios comunes puede recibir gato por liebre. Un equipamiento sirve a unas viviendas o a una urbanización, pero no se identifica con las mismas viviendas.

Este tosco teorema puede que esté fallando en otros puntos conflictivos. Que se lo pregunten a los vecinos del Castiñeiriño. Un simple cartel les puso en alerta de que una parcela residencial comunitaria, en el seno del suelo 13, podía encubrir una serie de apartamentos que se estaban vendiendo como tales. Alguna llamada indiscreta a la promotora les asentó en las sospechas. Y las autoridades urbanísticas de la Xunta y del Concello optaron por encender una luz roja en el enclave «comunitario». Por cierto, si parece fina la película (en realidad, es más gruesa de lo que parece) que separa los usos urbanísticos, a veces la confusión se lía en las competencias de los departamentos administrativos, pese a estar definidas.

¿Se acuerdan del aparthotel del Paxonal? Lo único comunitario que quedó impregnado del convenio es que hay comunidades de vecinos que discuten cuando les cuadra sobre la cuota de la limpieza de las escaleras. El desliz de usos fue obligado para rentabilizar el polígono y dotarlo de una gran área de esparcimiento ciudadano.

En otros puntos, por ejemplo en el futuro Bando recreativo, una de las señalizaciones indicará «Aparthotel», si se mantienen los planes. En el futuro complejo Peleteiro del Ensanche hay algo por el estilo. No es que todo lo residencial comunitario puesto en los papeles huela a litigio, y lo cierto es que hay dotaciones de esta índole privadas y de última generación. Lo único que exigen todos los programas urbanísticos es un ojo vigilante, como ya ocurre.