Cocina a fuego lento en Internet

SANTIAGO

Esther Fernández, de 82 años, y Edita Cobas, de 61, han creado y dotado de contenidos un blog gastronómico tras participar en un taller celebrado en Teo

23 may 2008 . Actualizado a las 10:44 h.

Teo, un municipio a las puertas de Compostela con centenares de viviendas rurales a las que no llega el correo ordinario y con demasiados agujeros negros en lo que a Internet se refiere, puede presumir, y bien que presume, de tener a dos mujeres de rompe y rasga en lo que al mundo de la Red se refiere. Se trata de Esther Fernández y Edita Cobas, dos alumnas cargadas de tesón que han puesto mucha salsa al aula de informática de A Ramallosa. La primera tiene 82 años y medio y una historia familiar que desea plasmar en un libro. Su compañera de aventuras internautas ha cumplido los 61 y su historia no es menos singular.

Además de una mirada cargada de frenética vitalidad, ambas han parido una criatura que cuidan con esmero: el blog de cocina receitasdeteo.blogspot.com. Como mascota han elegido un sonrosado «porquiño galego», que apadrina platos tan variados como tartas de queso y piña sin hornear, empanada de bacalao y delicias de espinacas. El contenido de las recetas es lo único tradicional de las historias de estas dos teenses.

Esther, vecina de Oza, cayó en la Red por culpa de la dilatada trayectoria de su familia y de su afán para que no caiga en el olvido. Su padre, Cecilio Fernández, fue el pastor evangélico de Teo durante años. Una de sus pasiones era escribir y dejó un legado en papel que su hija está transcribiendo en ordenador, recordando también a sus abuelos. Primero comenzó con una máquina de escribir, que acabó estropeándose. Semejante teclado, de lo más moderno para ella pero absolutamente precolombino para los tiempos que corren, no tenía posibilidades de sobrevivir, sobre todo después de que una amiga a la que impartía de forma altruista clases de música y bordado le regalase un ordenador «con teclado, ratón y todo».

Tras las clásicas consultas con la familia y ante las dificultades de tener Internet en casa porque «la pensión no da para tanto», Esther acudió al aula de informática de A Ramallosa y allí conoció a Marta, una joven con edad para ser su nieta pero con todos los conocimientos informáticos y más para ayudarla a descubrir un mundo nuevo.

En este mismo lugar se encontró con Edita Cobas, de A Ramallosa. Su acercamiento al mundo de la comunicación se produjo porque, como compositora musical que es, necesita consultar cada cierto tiempo sus derechos de autor en la SGAE, una tarea para la que contaba con la ayuda de su hijo. Pero, cansada de preguntar una y otra vez, decidió aplicarse el cuento de que hay que aprender a pescar y que no te llenen la cesta de pescado, optó por acudir al aula de informática teense, que organiza numerosos talleres. Y ahí sigue.

Convenientemente asesorada por la dinamizadora informática, Marta Vázquez, hace un seguimiento de su propiedad intelectual y se adentra en un mundo, el de Internet, que considera complejo pero altamente gratificante. Además de participar en el blog de cocina, también hace sus pinitos en el de fotografía digital, aunque ponerse al día con el Fotoshop le parece algo prácticamente imposible.

Elogios a la la Red

A la hora de contar su historia, ambas reconocen que las nuevas tecnologías del siglo XXI les parecen casi mágicas, sobre todo para dos mujeres, que si bien pertenecen a generaciones distintas, han compartido vivencias que hoy parecen tan lejanas como vestirse de luto, Edita con un pañuelo negro cubriéndose la cabeza y Esther ocultándose tras un velo de pena.

Con semejante bagaje vital, algunas de las cosas que se pueden ver en Internet le parecen impresentables pero insisten en que lo importante «es coger lo bueno de estas cosas y aprender».

La brecha generacional entre ambas solo asoma cuando Edita hace balance su vida y señala que «aínda que non me arrepinto, se fora hoxe, non tería traballado tanto, porque, na miña vida, o meu padriño foi o meu traballo». Esther añade que la tecnología actual es un lujo, aunque también reconoce que, aunque su historia bloguera comenzó con una máquina de escribir rota, en realidad, la echa de menos. Pero no se nota, porque ya lleva 25 páginas de su libro.