«Restaurar la casa familiar de la calle Sarmiento nos llevó dieciséis años»

PONTEVEDRA

El médico pontevedrés recomienda a otros propietarios que rehabiliten y residan en el centro histórico, aunque reconoce el esfuerzo que requiere y ciertos inconvenientes

05 abr 2008 . Actualizado a las 02:00 h.

A Bernardo López Abadín y a su esposa, Mercedes López-Ríos, les cabe el orgullo de la restauración y conservación de un trocito de la historia de esta ciudad.

A escasos metros de los edificios Castro Monteagudo y García Flórez del Museo Provincial, tienen su propio museo familiar del más puro estilo clásico francés.

Es la casa de sus antepasados, en la calle Sarmiento, de la que conserva los planos originales en papel de arroz firmados por el arquitecto Ricardo de Arístegui y datados en 1870. La construyó su bisabuelo, Manuel Durán, y cuando murió su tía Consuelo, viuda del médico Claudio Losada, con los que López Abadín convivió de niño, se decidió restaurarla.

Patrimonio no tuvo que preocuparse de nada, porque la rehabilitación que hicieron sus propietarios fue tan fiel y purista que ni las más estrictas normas de protección podrían superarla, tanto en la arquitectura exterior como interior. En esta casa se respira el afrancesamiento del siglo XIX y el refinado gusto que debió tener su promotor. Se percibe ya desde el vestíbulo que da acceso a una imponente escalera iluminada por un lucernario piramidal y precedida por una puerta enrejada de fundición que ganó un premio en una exposición de París.

Las lámparas, los muebles, las puertas acristaladas, las balaustradas de la escalera y hasta los doseles y las telas de las cortinas de los dormitorios y salones principales son los originales de la casa. «Y todo fue traído de París».

Bernardo López subraya que la artífice de la restauración fue su mujer, Mercedes. «Estaba en condiciones ruinosas, decidimos hacer la rehabilitación en varias etapas y tardamos dieciséis años en completarla con una fidelidad absoluta».

Sabían que iba a ser una tarea ingente en todos los sentidos y llegaron a barajar la posibilidad de vender la propiedad, «pero el cariño inmenso por esta casa familiar nos pudo», señaló.

El inmueble tuvo que ser vaciado y reconstruido por dentro casi en su totalidad. «Prácticamente solo quedaron las paredes». Pero antes de empezar a tirar, hicieron moldes y fotografías de los restos de los artesonados, de las escayolas y las pinturas de los techos para después poder reproducirlo todo con exactitud. Encontrar a los restauradores adecuados tampoco fue tarea fácil y la propia Mercedes López-Ríos, con evidentes cualidades artísticas, reprodujo a puro pincel los frescos que adornaban esos techos.

Llaman la atención los maravillosos cristales pintados de las puertas del salón principal y las camas doradas con dosel de los dormitorios. Cuenta López Abadín que una de estas camas tiene leyenda, «al parecer perteneció a un rey de Castilla y en ella durmió la reina Victoria Eugenia, que en una visita a Pontevedra se alojó en esta casa».

Las galerías son otra de las señas de identidad de este edificio noble con tres fachadas a las calles Sarmiento y Gregorio Fernández y a la plaza de A Pedreira. Y si el frontal es magnifico, la parte posterior es otro ejemplo de conservación, con su galería de madera, su terraza columnada y sus viejas caballerizas. López Abadín tiene fotos antiguas en las que se pueden observan los caballos que había en esta finca.

Un jardín singular

Un patín o escalera exterior de piedra da acceso a la huerta-jardín, otra de las grandes singularidades de esta casa y en la que perviven camelias centenarias. Flanqueada por un muro que goza de protección integral, esta huerta ornamental es de las pocas, por no decir la única, que se conserva en centro histórico de Pontevedra. Es un mirador sobre A Pedreira con el Pazo de Mugartegui al fondo, que desde esta atalaya se atisba algo empequeñecido.

Bernardo López nació en Vivero, estudió en los jesuitas de Valladolid y a los 12 años se vino para Pontevedra para seguir sus estudios en el Instituto de esta ciudad. Heredó la pasión por la medicina de su tío político Claudio Losada y entre los recuerdos que conserva de él destaca un dibujo-retrato que le hizo su amigo Castelao y que le regaló a la madre. «A doña Josefa Fernández, viuda de Losada, para que vea la cara que tiene su hijo Claudio», reza la dedicatoria. Pero no es la única obra del insigne galleguista que guarda.

Su tío era radiólogo, con despacho en Benito Corbal. Él se especializó en cardiología y siempre tuvo su consulta en los bajos de la casa de Sarmiento, donde ya había vivido de niño y volvió a convertir en su residencia, tras la ardua reforma. En esos bajos sigue consultando y tiene también el despacho de habilitados y las oficinas de una empresa de asesoría fiscal que lleva su hijo.

Anima a otros propietarios de inmuebles a que rehabiliten y residan en el centro histórico, aunque reconoce que requiere un importante esfuerzo económico y que a veces se sufren ciertos inconvenientes. Su principal queja es el botellón de A Pedreira, cuyos residuos suelen acabar en su huerta. Las pintadas suelen ser otra lacra que hay que borrar constantemente. Y respecto a la recuperación ambiental de la zona monumental, sigue aguardando a que se eliminen de la fachada principal de su casa, como de otras muchas, los cables aéreos de Telefónica y de Fenosa, una de las grandes asignatura pendientes.