Una cita con la vida de hojalata

Rodrigo Ayude

PONTEVEDRA

26 jul 2007 . Actualizado a las 02:00 h.

Era del robot. El escritor ruso Isaac Asimov barruntó en 1982 un mundo en el que los humanos convivirían con los robots mientras estos cumplieran tres leyes. La primera: un robot no puede hacer daño a un ser humano ni permitir que le hagan daño. La segunda: el robot debe obedecer las órdenes de los humanos, siempre y cuando no tengan que incumplir la primera ley. La tercera y última: el robot debe proteger su propia existencia siempre que no entre en conflicto con la primera o segunda ley. Hoy estamos de camino para que esto ocurra. Campus Party. El pasado lunes comenzó en Valencia el Campus Party, el mayor evento de entretenimiento electrónico en red del globo, que reúne durante siete días a 7.039 participantes procedentes de todo el mundo. En el total de sus áreas -astronomía, campusbot, campuscrea, desarrolladores, juegos, modding, simulación y sofware libre- se encuentran 77 gallegos, de los cuales 42 son pontevedreses. Pero sólo uno de ellos se enfrenta al reto de la robótica en un escenario de entendidos mundiales. Su nombre es Pablo Puig. Estudia tercero de Informática en la Universidad de la Coruña, aunque su ilusión y su afición son los pequeños monstruos de chips y circuitos «a los que se dedica en su tiempo libre». El pontevedrés se presentará a «una o dos de las pruebas del CampusBot», dependiendo de si le da tiempo a «preparar el segundo robot». Pablo tendrá que concursar con otros 221 frickies de la robótica, pero ve posible «traer un premio para Pontevedra». Otra fórmula 1. Un recinto blanco delimitado por cinta negra marcará el espacio de la competición. Los robots tendrán que situarse en sus posiciones, preparados para seguir la dirección, gracias a los sensores ópticos, que delimitan las líneas negras marcadas en el suelo. En este contexo, el robot de Pablo juega con una clave: la velocidad. «Es rapidísimo» -explica- «y puede serlo mucho más si fuerzo los motores». Lo fundamental, el seguimiento de las líneas, está más que ensayado para que funcione. «En los últimos días, he reconstruido el circuito en el suelo la cocina, que es blanco, y el robot va superando deficiencias», dice Pablo al relatar su metodología de trabajo. Además, «he estado viendo los vídeos de los que concursaron otros años y el mío tiene posibilidades», añade. Pero el atrevido pontevedrés no descarta concursar también en una prueba libre. Ha construido un segundo robot que, aunque no está configurado, «cojería objetos con una pinza y los llevaría a un círculo delimitado». Vida de robots. Pablo lleva cuatro años haciendo robots, de los veintidós que cuenta su vida. En este corto tiempo ha elaborado ya «cuatro o cinco que estén enteros». Su afición viene desde joven. «Siempre me ha gustado construir cosas, darle vida a lo inanimado», comenta. Pero lo impresionante es que Pablo Puig es un alumno aventajado de la escuela de Internet. Todo lo que sabe de robots lo ha aprendido en el universo de la Red porque en su carrera «no se estudia nada de esto». Una vez estudiados y comprendidos distintos modelos, se pone manos a la obra. Sin embargo, todo lo que realiza es original «para que tenga algo de gracia». Distinto talante. A pesar de todo, el estudiante de informática no coincide exactamente con la imagen de cracker pegado a una pantalla y con escasa vida social. Pablo tiene amigos, y muchos. Disfruta con los buenos partidos de fútbol y de los elegantes viajes en barco. Este joven ve claramente que no se pueden cambiar los amigos de verdad por aquellos que tienen corazón de hojalata. Por eso, el estudiante de informática explica que «esto no puede pasar de ser una afición». Es fundamental... «Sobre todo tener buenas dosis de imaginación» y además «llevar soldador, cirucuitos, estaño, microcontroladores, una placa, transistores... e intención de mejorar», dice el joven pontevedrés. Son componentes que deberá portar todo el mundo que, como él, piensen en ganar. Sin embargo, Pablo añade a sus robots un elemento único: el diseño. Reconoce que «le gusta que sean atractivos» y que «hay que darle importancia a la apariencia externa». En esta primera competición a la que acude «en serio», el estudiante de informática aprovechará para «disfrutar de un espectacular encuentro de tecnología» y si puede ser, «abrirse camino» en lo que de verdad le gusta: la robótica. Entre miles de metros de fibra óptica y cientos de pantallas, esperamos que este joven pontevedrés consiga con honores la medalla de la victoria.