David Monteagudo: «No quiero que el lector se acomode en el confort de los géneros»

Camilo Franco SANTIAGO/LA VOZ.

CULTURA

La segunda novela de este autor nacido en Galicia comienza con unos mineros atrapados en el fondo de una mina, pero no pretende ser «de catástrofes»

30 nov 2010 . Actualizado a las 03:12 h.

La segunda novela de David Monteagudo (Viveiro, 1962), Marcos Montes , comienza con unos mineros atrapados bajo tierra. No es seguidismo, porque la novela lleva escrita unos años. El sello Acantilado la publica ahora como segundo libro de este escritor asentado en Cataluña y que se ha encontrado con los lectores tras años escribiendo.

-La realidad se empeña en poner de actualidad el argumento de su novela.

-Es una simple casualidad que en los últimos meses tenga una importancia tan grande en los medios de comunicación la situación de los mineros. Son cosas que suceden desde que existe la minería, pero es cierto que en los últimos tiempos, sobre todo después de lo sucedido en Chile, los medios prestan mucha más atención. En lo que tiene que ver con la novela, el punto de partida fue una noticia de la radio sobre unos mineros que se habían quedado atrapados a 2.000 metros de profundidad y en completa oscuridad. Esa circunstancia despertó en mí el interés por los personajes y por cómo se comportarían.

-¿El hecho de poner a los personajes en esa situación permite manejarlos mejor?

-El hecho de poner a los personajes de la novela en esa circunstancia de estar atrapados en la profundidad, incomunicados y completamente a oscuras es útil para el narrador porque pone a los personajes en una situación límite y permite ir contado lo que sucede desde una perspectiva singular. Por ejemplo, desde la psique del protagonista, marca una diferencia con la anterior novela, Fin . En este sentido es útil ese ambiente, además del significado metafísico que tienen la profundidad y la oscuridad. Por otro lado, el libro es también una manera de exorcizar temores míos porque padezco algo de claustrofobia y en una época en la que trabajaba en la fábrica y tuve algún susto, que, sin ser como en una mina, me dejó un poco obsesionado con el hecho de quedar aprisionado, que es algo que me da pánico.

-¿«Marcos Montes» no busca el lado terrible?

-No quise ir a lo terrible. Incluso creo que la novela es bastante piadosa, podría ser más truculenta o buscar un ambiente más de tragedia. Pero se trata de contar lo que pasa con una gente que está acostumbrada a las condiciones difíciles, gente curtida, y ver cómo reacciona cada uno en esa situación.

-En ese espacio aislado, la novela cuenta cómo cada uno de los integrantes va tomando una actitud u otra. ¿Es como un modelo de sociedad?

-En eso es en lo que esta novela se parece más a la anterior: un grupo de personajes en situación límite adquiriendo una conciencia que no tenían en la vida normal. Ante un peligro, cada uno reacciona de manera inesperada, de manera que un trabajador que no tenía relevancia especial toma el mando y otro, que juega un poco más a la contra, también. Es un liderazgo bicefálico. El protagonista, Marcos Montes, recibe una lección apresurada con respecto a la situación porque su actitud es más escapista.

-La narración que tiene ese carácter realista y quizá incluso social toma una dirección que puede parecer sorprendente.

-Es una cosa mía. No me gusta escribir una historia que siga unas pautas y que el libro se convierta en una historia catastrofista o solo una historia de mineros y su rescate. No quiero que el lector se acomode en el confort de los géneros y busco hacerlo obligarlo al transbordo. Hay dos quiebros fundamentales en la novela, pero al final las piezas encajan y se entiende el porqué de esos quiebros.

-¿El lector se deja transbordar bien?

-No todo el mundo. Hay quien me dice que la peregrinación está muy bien, pero en cuanto aparece ese elemento fantástico ya no les gusta tanto. Pero digo que es marca de la casa porque escribo los libros que me gustaría leer y esto tiene sus riesgos.