Aspas

Eduardo Rolland
Eduardo Rolland LA BUJÍA

VIGO

19 nov 2016 . Actualizado a las 12:25 h.

Al igual que Iago Aspas, yo también me sé de memoria la selección completa de Rumanía en el Mundial de Estados Unidos. Una especie de lista de los reyes godos que comienza en Prunea, pasa por Gica Hagi (el Maradona de los Cárpatos) y termina en Raducioiu. El problema es que en 1994 yo tenía 24 años y trabajaba en un periódico. Mientras que Aspas tenía 7 y juntaba estampillas. Sin ninguna duda, lo raro es lo mío.

Poco después de aquel campeonato del mundo ya se hablaba en Vigo del goleador del Dream Team del Santa Marina. Cuando sólo contaba 12 años, el celtismo ya sabía de Iago Aspas. Así que para nada era una sorpresa cuando llegó su debut. Un partido que está en la historia del Celta: frente al Alavés, a falta de tres jornadas, al borde del descenso a Segunda B y la desaparición. Eusebio Sacristán hizo debutar a Iago en el minuto 60 y marcó dos goles para la victoria. El último, provocando que Balaídos se viniese abajo.

El éxito que vino desde entonces es bien conocido. Pero muchos lo criticaron, porque casi nadie es profeta en su tierra. Y la soberbia y la envidia hacen aflorar el cainismo, deporte nacional. Para algunos, tuvo que venir el Liverpool con la pasta para que reconociesen la valía del moañés. Hoy, afortunadamente, los caínes se han rendido y Aspas goza de un reconocimiento unánime.

Cuando este verano se marchó Nolito, muchos pensaron que se iba el mejor jugador de Balaídos. No es cierto. Sigue Iago: uno de los nuestros. Un futbolista capaz de levantar a un equipo, como demostró con su golazo en Wembley. Algún día recitaremos al Celta de Aspas como a la Rumanía de Hagi en las estampillas.