La cola del «Hortensia»

Eduardo Rolland
Eduardo Rolland VIGO / LA VOZ

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El paso de la borrasca «Nicky» nos ha traído recuerdos del famoso huracán que en octubre de 1984 paralizó Galicia

16 dic 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

E l temporal Nicky dejó esta semana en Galicia cortes de luz eléctrica, árboles caídos, accidentes e inundaciones. En la provincia de Pontevedra, se decretó alerta roja por lluvias. Y las rachas de viento superaron los cien kilómetros por hora. La situación nos devolvió el recuerdo del Hortensia, el huracán que azotó el país en 1984, desatando el temor generalizado. Aunque el Klaus de 2009 superó sus cifras de devastación, el Hortensia se mantiene en la memoria colectiva como la tormenta perfecta de nuestros recuerdos.

Y es que nunca antes se había alertado a la población con tanta intensidad como en aquella ciclogénesis de hace ya casi treinta años. Horas antes de la llegada del Hortensia, la gente estaba muerta de miedo. La víspera de la tormenta, el miércoles 3 de octubre, ya había llovido con fuerza. En Vigo, llegaron a recogerse casi 80 litros por metro cuadrado. Pero los mensajes de Protección Civil generaron una auténtica psicosis. A través de las emisoras de radio se hablaba de «alarma de vientos huracanados» y se aconsejaba no utilizar el teléfono, mantenerse en el interior de las viviendas, y en caso de viajar en coche, «refugiarse en cualquier depresión del terreno».

A primera hora de la tarde, se decidió evacuar todos los colegios y suspender las clases hasta nuevo aviso. Y los vecinos de Zamáns temían que la tormenta destruyera el embalse.

La Delegación del Gobierno declaró la «situación de emergencia hasta que haya desaparecido el peligro». Y, si bien las informaciones usaban el eufemismo «la cola del Hortensia» para rebajar la alarma, los meteorólogos auguraban un huracán desviado hacia Europa cuyo ojo se situaría a sólo doscientos kilómetros de Finisterre.

La flota pesquera se refugió en puerto. Y en aguas interiores de las Cíes comenzaron a aparecer grandes mercantes, buscando el abrigo de la ría de Vigo. Sin embargo, la gente, pegada a la radio, escuchaba como varios yates estaban desaparecidos. Más tarde se sabría que el británico Blue Shift, tras dar la alarma en la Costa da Morte, lograría entrar en puerto, después de recibir la ayuda del pesquero coruñés Navegante Magallanes, que se encontraba en la zona. Otro yate, el belga Geisha, era auxiliado por el carguero soviético Nicolai Vikov.

Los únicos gallegos que no parecieron alarmados por el Hortensia fueron los obreros del naval de Ferrol, que a las cinco de la tarde, bajo lluvias torrenciales, celebraron su habitual manifestación por la ciudad departamental, para pasmo de todo el país.

Al final de la tarde del 3 de octubre comenzaron a producirse cortes de luz. El tendido eléctrico se venía abajo y hubo cortes de la línea telefónica, mientras las autoridades pedían que se restringiesen las llamadas particulares. Para incrementar el pánico, algunas emisoras de radio dejaron de emitir.

Una noche en vilo

La noche del Hortensia mantuvo en vilo a los gallegos. El núcleo de la borrasca entraba en el país con vientos de 160 kilómetros por hora. La sensación en las casas era: ¿qué habrá mañana ahí afuera?

El Hortensia dejó seis muertos en España, uno de ellos en A Coruña, un maestro jubilado golpeado al ser derribado por el viento. Hubo también pérdidas millonarias con cosechas arrasadas, barcos destruidos en los mismos puertos y la infraestructura eléctrica de Galicia seriamente dañada.

En Vigo, fueron derribados docenas de árboles y farolas. Volaron los tejados de dos colegios, una iglesia y numerosas viviendas. Peinador se mantuvo cerrado toda la jornada, aunque peor parte se llevó Lavacolla, donde se rompieron los cristales de la torre de control.

El expreso de Madrid no pudo llegar a Vigo, al quedar atrapado en la estación de Ourense. Y, a las 8.50 horas, descarrilaba en Pontevedra un ferrobús que circulaba sin pasajeros, resultando herido un revisor.

Veinticinco años más tarde, en enero de 2009, la tormenta Klaus, llamada entonces ciclogénesis explosiva, batió los récords del Hortensia. En Bares se registraron vientos de 198 kilómetros por hora, la mayor marca gallega desde que hay estadísticas.

Pero, en el imaginario de todos, el Hortensia sigue siendo sinónimo del gran temporal. Aquel exótico huracán que vino a vernos a mediados de los ochenta consiguió dejar huella. Nicky, que nos visitó esta semana, nunca alcanzará ni un ápice de su fama.

la bujía del domingo Por Eduardo Rolland

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