La huella genética de los denisovanos está detrás de la depresión y la anorexia

Raúl Romar García
r. romar REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

La herencia en nuestro ADN de la especie extinta influye en la salud mental

17 oct 2023 . Actualizado a las 08:24 h.

En nuestro ADN, el de los humanos modernos, también está impresa parte de la herencia genética de dos especies extintas: los neandertales y los denisovanos. Salvo en las poblaciones africanas, en las del resto del mundo ha quedado una pequeña huella con implicaciones que aún no se conocen del todo. Si este legado ha supuesto en algún momento una ventaja evolutiva que ayudó al sapiens a vivir en las alturas o a cicatrizar mejor las heridas, por ejemplo, ahora también se sabe que, en el caso de los neandertales su influencia se relaciona con un mayor riesgo a presentar coágulos en la sangre o enfermedades como la diabetes, el lupus o la cirrosis.

Sin embargo, de la influencia de los denisovanos, una población humana que vivió fundamentalmente en Asia hace 50.000 años, no se sabe demasiado. Ahora, un equipo de investigación liderado por el Instituto de Biología Evolutiva (IBE) y la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona ha identificado la contribución genética más extendida hasta la fecha de los denisovanos. Esta adaptación genética, implicada en la regulación del zinc y con un papel en el metabolismo celular, pudo ayudar a las poblaciones ancestrales de sapiens a adaptarse al frío. Fue una ventaja evolutiva, pero que con el tiempo presenta un reverso más oscuro: podría también haber predispuesto a los humanos modernos a sufrir trastornos psiquiátricos como la depresión, la esquizofrenia, el trastorno bipolar, la hiperactividad, la anorexia nerviosa, el trastorno obsesivo compulsivo o incluso el trastorno del espectro autista. Pudo dejar huella, por tanto, en nuestra salud mental.

Todo empezó cuando el equipo de Elena Bosch, investigadora principal del IBE, identificó una variante adaptativa entre poblaciones humanas actuales en una región de nuestro genoma que presenta gran similitud al genoma de una población ancestral y extinta: los denisovanos.

«A través del análisis genómico, identificamos que la variante genética observada provenía de nuestro cruzamiento con humanos arcaicos en el pasado, posiblemente los denisovanos», comenta Ana Roca-Umbert, co-primera coautora del estudio recogido en Plos Genetics. El equipo pudo descartar que la herencia fuera neandertal, dado que estas poblaciones no presentan esta mutación.

 «Al parecer, el cambio resultó beneficioso y supuso una ventaja selectiva para los humanos. Como consecuencia, esta variación en el gen SLC30A9 fue seleccionada y ha llegado hasta las poblaciones actuales», añade Jorge Garcia-Calleja, el otro co-primer coautor del trabajo. El Laboratorio de Genética Evolutiva de Poblaciones, que dirige Bosch, quiso averiguar qué cambios provoca a nivel celular esta variación genética de origen denisovano. «Descubrimos que esta mutación seguramente tenía implicaciones en el transporte del zinc dentro de la célula, y entonces contactamos con el equipo de Rubén Vicente», relata Elena Bosch.

«A partir de allí, empezamos a hacernos preguntas y a buscar respuestas», comenta Rubén Vicente. Su equipo, en el grupo de Biofísica del Sistema Inmunológico en el Laboratorio de Fisiología Molecular de la Universidad Pompeu Fabra, asumió el reto técnico de estudiar el movimiento del zinc intracelular.

El zinc, oligoelemento esencial para la salud humana, es un mensajero importante que traslada tanto información del exterior hacia dentro de las células como entre distintos compartimentos celulares. El laboratorio de Vicente identificó que la variante observada provoca un nuevo equilibrio del zinc dentro de la célula, promoviendo un cambio en el metabolismo. Al alterar el retículo endoplasmático y las mitocondrias de las células, esta variación provoca una posible ventaja metabólica para hacer frente a un clima hostil. «El fenotipo observado nos hace pensar en una posible adaptación al frío», comenta.

Pero también se encontró que el transporte del zinc está implicado en la excitabilidad del sistema nervioso, y tiene un papel en el equilibrio y la salud mental de las personas. Esta variante, que se expresa en todos los tejidos del cuerpo, se asocia por tanto a un mayor riesgo de enfermedades psiquiátricas.