El día que Kate Middleton dio a luz a su rey

Gabriel Fraga

SOCIEDAD

El príncipe Jorge y futuro rey de Inglaterra llegó al mundo en medio de una tormenta de verano. Tercero en la línea de sucesión, el bebé simboliza la continuidad de una institución que lucha por sobrevivir en el siglo XXI

28 jul 2013 . Actualizado a las 19:31 h.

En 1926, año en que nació la reina Isabel II, el ministro de Asuntos Interiores tenía la obligación que velar el parto para comprobar que el bebé real era verdaderamente genuino. Eran otros tiempos y hoy, tras 61 años a la cabeza de la monarquía inglesa, aquella niña de ojos vivos y gesto concentrado acaba de ser bisabuela por tercera vez. Su bisnieto lleva el nombre de su padre, Jorge, pero el mundo de hoy ya no es el que era en el siglo XIX ni XX, y la monarquía británica es otra que lucha por no ser percibida por el pueblo como un vestigio del pasado.

A finales de julio y con la sequía de noticias que genera el verano, el niño de los duques de Cambridge ha sido la gallina de los huevos de oro de la prensa internacional. En el Reino Unido tanto los tabloides británicos como la BBC volcaron todos sus recursos en cubrir un evento que de nuevo abre el debate sobre los pros y contras de la monarquía en la democracia del siglo XXI.

«Seas o no seas monárquico es imposible no sentir gozo ante la imagen de una pareja feliz que acaba de traer un niño al mundo», dijo Nicholas desconfianza, el experto en la Casa Real de la BBC, tras la presentación al público del bebé. Witchell tiene toda la razón, aunque definitivamente exageró cuando dijo que el 80% del los británicos están a favor de la monarquía -el Guardian mencionaba esta semana una encuesta que revela que entre el 20% y el 40% del país cree que vivirían mejor sin realeza-. Pero más allá de las obviedades de Witchell, Jorge Alexander Louis (nombre completo del bebé) no es solo un recién nacido, sino un nuevo representante de una institución que intenta adaptarse a un tiempo y una sociedad que les mira con desconfianza. En ocasiones el público se queja de que los medios prestan demasiada atención a las catástrofes, aunque lo cierto es que el mundo aparentemente perfecto de Kate Middlenton, Guillermo y Jorge Alexander Louis presenta un extremo poco representativo de la realidad.

En el Reino Unido, uno de los países más ricos del mundo, la pobreza infantil se ha disparado y ha alcanzado niveles alarmantes en los últimos años. Según datos recogidos por el proyecto 4in10 que gestiona la ONG Save the Children, al menos 3,6 millones de niños viven bajo el umbral de la pobreza y en algunas áreas de Londres cuatro de cada diez niños crecen en una familia pobre y sin recursos.

El lunes, día del alumbramiento real, el diario digital estadounidense Global Post aprovechó el frenesí mediático para sacar a la luz una estadística tan oportunista como estremecedora: mientras Kate Middlenton daba a luz en la habitación de un hospital cuyo coste es 6.000 euros diarios, cerca de 15 niños sirios nacían en un campo de refugiados en Jordania. Aunque según un artículo de Reuters el bebé real podría generar sólo en merchandising casi 300 millones de euros. Lo cierto es que todo apunta a que la monarquía británica genera más dinero del que cuesta al contribuyente. Según la agencia británica de turismo la familia real produce unos 600 millones de euros anuales, casi cuatro veces más de lo que en teoría consume del gasto público. ¿Acogería tantos visitantes el Palacio de Buckingham sin sus altezas? La pregunta que se hacen un buen número de británicos es por qué una familia tan adinerada debe seguir recibiendo dinero público mientras los ciudadanos de a pie sufren el duro golpe de los recortes gubernamentales. Al fin y al cabo, e independientemente de su solvencia como negocio, la Casa Windsor es una de las familias más ricas del mundo y solo la Royal Collection of Arts (sin contar ducados, fincas, palacios, joyas, etc.) tiene un valor aproximado de 12 mil millones de euros.

Aquellos que afirman que la familia real británica tiene un papel simbólico y no influye en las decisiones políticas subestiman el poder de una de las monarquías más antiguas e influyentes del mundo, que además todavía cuenta con el apoyo de la mayoría de los medios de comunicación. La pregunta es: ¿Cómo reaccionará el público cuando Isabel II ceda el trono a su hijo el príncipe Carlos y qué panorama se encontrará el futuro Jorge VII cuando llegue a rey?