Lidera una de las bodegas de referencia en España, que ayer organizó una cata para 200 personas en A Coruña
24 oct 2012 . Actualizado a las 11:21 h.Agroquímico, enólogo y director de Bodegas Roda -porque alguien tenía que ser-, Agustín Santolaya refleja bien los vinos que produce esta compañía con sede en Haro (La Rioja) que acaba de cumplir 25 años. Ayer organizó una cata vertical en A Coruña en la que participaron 200 personas.
¿Qué balance hace de un cuarto de siglo de actividad?
El primer vino no salió al mercado hasta 1996, así que en dieciséis años hemos armado un verdadero taco. Roda se ha consolidado como una de las grandes bodegas España, vendemos en 55 países.
¿Qué papel juega el I+D?
Fundamental, desde el principio teníamos la idea de que para avanzar rápido teníamos que sobredimensionar un equipo técnico. Así es como Mario Rotllant y Carmen Daurella, lo propietarios, entienden Roda. Todos estos años hemos invertido un 7,5 % de la facturación bruta en I+D, un porcentaje casi de industria farmacéutica. La curiosidad es fundamental y siempre tenemos proyectos de investigación en marcha. Uno muy famoso es la recuperación de la biodiversidad del tempranillo, tenemos un banco de germoplasma en el que recogemos 552 formas distintas de esta variedad. Y llevamos, desde el año 2000, once vendimias con esas uvas en parcelitas de quince plantas, donde vemos que ahí tenemos la solución a muchos problemas que puedan venir en la viticultura del futuro.
En los 90 se puso de moda el Ribera del Duero. ¿Cómo está ahora Rioja?
Yo creo que más que hablar de una denominación de origen hay que hablar de estilos de vino. En Rioja hay vinos masivos, hay vinos homogéneos que todas las añadas son similares, están los clásicos y las bodegas centenarias, y también las bodegas modernas que surgieron en los 80. Hubo un momento en que estaban de moda los vinos muy potentes, estructurados, que les gustaban mucho a los gurús de la puntuación como Parker. Ahora gustan más los vinos más ligeros, amables, fáciles de beber, disfrutables. No gusta tanto el vino de arte y ensayo, en el que hay que hacer un máster para entenderlo, sino más el vino que en una mesa lo sacas y se termina la botella estando comiendo dos. Parece ser que hay una tendencia de recuperación de interés por los clásicos y yo pienso que se está pasando de moda el exceso de madera, de estructura y de sobremaduración y vuelve la elegancia.
Hace unas semanas estuvo en Galicia Neal Martin, el enviado de Parker, para catar los vinos de Rías Baixas y Ribeira Sacra. ¿Cómo es la relación de una bodega con estos gurús del vino?
Nosotros, la importancia que le hemos dado a los líderes de opinión siempre ha sido de muchísimo respeto pero tampoco de obsesionarnos. Nuestro verdadero crítico es el público, que es el paga las botellas de vino y el que la vuelve a pedir otra vez.. Nuestro objetivo desde el principio no era hacer vinos de grandes puntuaciones, sino vinos que hicieran disfrutar a la gente. Y este modelo es el que nos ha dado tanto éxito. Después de esto han venido las puntuaciones. Nunca hemos hecho un vino para un crítico.
Hace dos años dieron el salto a Ribeira Sacra y se han ido a una zona, La Horra (Burgos), donde están invirtiendo ahora todas las grandes bodegas.
Nos apetecía seguir trabajando con tempranillo, que es la variedad que más conocemos, y que nos parece que es la representativa del concepto de España en el exterior, y quisimos buscar otras zonas. Pensamos primero en Toro, pero los vinos son demasiado corpulentos y estructurados para nuestro estilo. Dentro de Ribera del Duero, primero vimos la zona de Valladolid, donde están las bodegas importantes, pero nos gustaba más la zona burgalesa. Y dentro de ella al final llegamos a ese corazón que está en el entorno de La Horra, Roa, Sotillo... y nos gustó mucho la viticultura de La Horra. El objetivo era hacer un Ribera, queríamos arrastrar ese paisaje de la Ribera pero bajo la óptica de Roda, con una óptica de vinos muy elegantes en los que la madera no aparezca sobre el vino, en los que el tanino sea lo más fino posible, en los que busquemos frescura, no sobremaduración. Y con estos tres conceptos, intentar aportar algo. En el 2008 hicimos el primer vino en una bodega alquilada y ya en el 2009 empezamos en nuestras instalaciones.
¿Y para cuándo un salto a Galicia?
Continuamente nos dicen: ¿Cuándo va a llegar un blanco? Nunca nos lo hemos planteado porque las zonas donde trabajamos son zonas más calidad, más de tinto. Y cuando se piensa en un blanco la cabeza se va donde se tiene que ir que es Galicia, que tenéis un clima magnífico, unas variedades espectaculares. Quien sabe, de momento no está previsto...
Otra aventura en la que se ha metido Roda es el aceite.
Fue curioso, los propietarios de Roda tenían unas fincas en el Mediterráneo, una en el Ampurdán y otra en Mallorca, y surgió la idea de buscarles la rentabilidad. Había un rebaño en ambas, algo de ganadería, el cultivo típico de la zona, el cereal. Y se nos ocurrió que el olivo podía ser una gran alternativa, porque eran suelos mediterráneos, pobre, muy bien drenados, en los que se acoplaría muy bien. Era un momento, en el año 95, en el que el aceite estaba en manos de empresas que trabajaban de forma más masiva y de cooperativas. Y se nos ocurrió la idea de aplicar el conocimiento que habíamos adquirido en el mundo del vino para hacer un aceite de muy alta gama. Pensando que debía ser un zumo de fruta fresca en su momento de sazón y que los factores positivos eran los frutales e íbamos a considerar como negativo el picante y el amargo, tan característicos en los aceites de hoy, y que el Consejo Oleícola Internacional considera positivos. Fue un cambio radical, y fuimos los primeros. Claro, para hacer un aceite de este tipo este año hemos necesitado diez kilos de aceituna para un litro de aceite, cuando lo normal es que con cuatro es suficiente. Fue revolucionario el hecho de que desde que las aceitunas están en el árbol hasta que se hace el aceite pasan como mucho dos horas, aceites de menos de 0,1 de acidez.
