La niña bonita de la futura intermodal, con escáner y ascensor

carmen garcía de burgos PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA CIUDAD

RAMON LEIRO

Salvo pequeñas deficiencias, la estación de trenes, remodelada en el 2015, está completa, la contrario que la de bus

04 nov 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La futura intermodal no va a tener que preocuparse mucho de mirar hacia la estación de ferrocarril. Con de la autobuses va a tener trabajo más que suficiente, es cierto, pero ya tiene la otra mitad del trabajo hecho. Aunque con pequeñas deficiencias, causados principalmente por el desgaste que provoca el uso diario, las instalaciones que reciben y despiden diariamente todos los trenes que recalan en Pontevedra están impecables. Las complejas obras de implementación de la línea de alta velocidad fueron razón suficiente para convencer a Adif de ampliar la inversión para poder acometer también los trabajos de modernización que pedía a gritos su interior.

Ahora, apenas hay pegas. Tanto el mostrador como la zona de venta electrónica de billetes están en buen estado, y no suelen registrar averías. Siempre debe haber un trabajador de Renfe en atención al público y otro despachando tiques. El jefe de estación tiene su jornada laboral marcada de 9 a 18 horas. Incluso los domingos y festivos, en horario de apertura, hay, al menos, un empleado tras la barra.

Únicamente el personal de seguridad es escaso cuando se trata de escanear los equipajes que van a realizar viajes de media y larga distancia. Un solo empleado de una empresa de seguridad subcontratada se encarga de supervisar todo el proceso, lo que, según algunos usuarios y personal de la estación, resulta insuficiente. En total, son cinco horas al día -entre las 15.15 y las 21.28 horas, momento en que parte el último tren de largo recorrido con rumbo a Madrid- las que funciona la máquina, siempre bajo la vigilancia del encargado de turno. Son dos, y se turnan.

La instalación de sendos ascensores en los andenes más concurridos palían la unidireccionalidad -son solo de subida, no bajan- de las escaleras mecánicas que, además, se averían con cierta frecuencia. En el caso de las que dan acceso a los andenes intermedios, a causa del agua que les cae cuando llueve por estar casi al descubierto.

Pocos locales y párking

La ubicación de las instalaciones permite tener una visibilidad de las vías y de los trenes que llegan y salen que no se da en otras grandes ciudades gallegas. Flanqueada por ambas rectas descubiertas, tanto usuarios como técnicos pueden controlar la inminente llegada de los convoyes con facilidad.

Lo que no parece poder salvar la situación de la estación es su vida comercial. Los locales siguen, a pesar de las reformas y los reiterados intentos de empresarios y el Adif, prácticamente vacíos, y solo los cines parecen aportar algo de clientela a Vialia y, aun así, la piratería y la crisis han reducido al mínimo sus colas diarias. La segunda víctima de su lejanía del centro de la ciudad es su aparcamiento privado, el más barato de la ciudad -con 207 plazas en superficie y 30 subterráneas, a un precio de entre 72,75 y 51,85 euros al mes-. Y, aun así, no logra llenarse. Esa parece ser una de las misiones de la intermodal.