Muere Adolfo Suárez

La Voz

ESPAÑA

El expresidente del Gobierno ha fallecido esta tarde en la clínica Cemtro de Madrid tras más de diez años sufriendo una enfermedad neurológica que sumió su memoria en el olvido. Tenía 81 años. El cuerpo será trasladado mañana al Congreso, donde se instalará la capilla ardiente. Han sido declarados tres días de luto oficial en España. SIGUE AQUÍ TODA LA INFORMACIÓN

23 mar 2014 . Actualizado a las 23:34 h.

Adolfo Suárez ha fallecido, a los 81 años, tras más de diez años luchando contra una enfermedad neurológica. Fue su hijo, Adolfo Suarez Illana el que, en una rueda de prensa anunció el viernes que el estado de salud de su padre había empeorado y que las previsiones apuntaban a un fallecimiento «inminente». 48 horas después, el portavoz de la familia Fermín Urbiola, ha confirmado el fallecimiento del expresidente, producido a las 15.03 horas. Tras el óbito, se ha producido un torrente de reacciones, mensajes de condolencia y valoraciones de su figura. Entre ellas destaca la publicación de un vídeo en el que el rey de España glosaba emocionado la trayectoria de su antiguo amigo y aliado.

Adolfo Suárez ingresó el pasado 17 marzo en la clínica Cemtro de Madrid por una infección respitoria, «considerada habitual en el proceso de enfermedad que padece», informó entonces la familia del expresidente en un comunicado.

Según ha comunicado el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, serán declarados tres días de luto oficial por Suárez, será enterrado en el claustro de la catedral de Ávila. En un primer momento se desconocía si capilla ardiente sería instalada en el Congreso de los Diputados, como ocurrió con el otro expresidente fallecido, Leopoldo Calvo Sotelo. Pero dos horas después de la muerte se despejó la incógnita: los restos de Adolfo Suárez será transportado mañana a la Cámara Baja, donde permanecerá 24 horas. El cuerpo será velado hoy por la familia en la clínica hasta su traslado al Palacio de la Carrera de San Jerónimo, según informa EFE.

Adolfo Suárez será enterrado en el claustro de la catedral de Ávila. Los restos de su mujer, Amparo Illana, serán exhumados y se trasladarán a la misma tumba. El funeral de Estado se celebrará, el 31 de marzo, en la catedral de La Almudena, de Madrid.

Una vida olvidada

El primer presidente de la democracia española llevaba muchos años apartado de la política y de la vida pública después de que en el 2003 se hiciese público que padecía una enfermedad neurológica. Fue en el año 2005 cuando su hijo, Adolfo Suárez Illana, habló por primera vez públicamente de la enfermedad de su padre, y ya por aquel entonces afirmaba que «ya no recuerda que fue presidente del Gobierno, no conoce a nadie y solo responde a estímulos afectivo como el cariño».

El camino de Suárez en la política no fue fácil. Tras la dimisión de Arias Navarro, don Juan Carlos lo nombró presidente del Gobierno el 3 de julio de 1976. No fue bien recibido por los sectores más conservadores del régimen, que desconfiaban de un joven político sin experiencia y afán reformista. Tampoco la oposición veía a Suárez la figura para liderar el cambio político. Su pasado como gobernador civil de Segovia en 1968, director general de la Televisión Española y secretario general de Movimiento en los estertores del franquismo no lo avalaban.

Un hombre normal

Nacido en Ávila, Suárez, que siempre se definió como un hombre normal, apostó por el diálogo y el consenso para intentar impulsar la difícil travesía de la dictadura a la monarquía constitucional. Conocedor de las instituciones políticas del franquismo, y con la ayuda de Torcuato Fernández Miranda, logró la Ley de Reforma Política, que abrió las puertas a la democracia. Luego le siguieron la legalización de partidos y sindicatos, la amnistía para presos políticos y el regreso del exilio de los principales del PCE. Once meses después de ser nombrado presidente, se celebraban, el 15 de junio de 1977, las primeras elecciones democráticas desde la Segunda República. Las urnas respaldaron a Suárez y a la UCD, un partido que había ayudado a formar uniendo a varios grupos de ideología variada. Fue su época dorada, aunque estuvo cargada de dificultades. Se aprueba el IRPF y la Constitución de 1978. Fueron tiempos de cambio, pero convulsos. La actividad del GRAPO y sobre todo la de ETA azuzaba constantemente la estabilidad de la democracia.

El inicio de una nueva década cambia el rumbo política de Suárez. Convertido en el primer presidente constitucional tras las elecciones de abril de 1979, pudo superar, un año después, una moción de censura, pero no parar la grangrena que corroía UCD, un partido fracturado, Suárez no superó el golpe y dimitió como presidente en enero de 1981. Gobernó cuatro años y siete meses, con cinco gabinetes distintos y afrontó dos intentos de golpes de Estado, la operación Galaxia en 1978 y el asalto al Congreso encabezado por Tejero en 1981.

Adolfo Suárez lo volvió a intentar formando su propio partido, el CDS. Obtuvo pésimos resultados electorales en 1982, cuando logró solo dos escaños; en 1986 consiguió 19 diputados y situó a su formación como tercera fuerza política. Fue un fugaz segundo momento de esplendor. Pero su estrella ya había alcanzado su cénit en la transición y declinó definitivamente en 1989, cuando un CDS que aspiraba a ser bisagra perdió cinco de sus actas y fue desplazado por IU del podium parlamentario. Suárez dimitió como presidente de su partido en 1991, tras sufrir un varapalo en los comicios autonómicos y municipales celebrados en en primavera de ese año. En 1993 el CDS se quedó fuera del Congreso y se convirtió en marginal. Nunca se recuperó. Y tampoco Suárez, que desapareció del primer plano de la política activa para siempre y solo resurgió como mito de la transición.

La enfermedad que lo apartó

Adolfo Suárez contrajo matrimonio con Amparo Illana Elórtegui, madre de sus cinco hijos, el 15 de julio de 1961. Preocupado por su familia, sabía que le necesitaban y no dudó un momento en cuidar a su mujer y a su hija, ambas afectadas de cáncer.

El primer síntoma público de que Adolfo Suárez no estaba bien fue en 2003, cuando perdió el hilo mientras hablaba en un mitin político a favor de su hijo Adolfo en Albacete. Y fue él mismo, Adolfo Suárez Illana, el que en el año 2005 anunció que su padre padecía una «demencia senil degenerativa», enfermedad similar al Alzhéimer que le había provocado la pérdida progresiva de la memoria. Más de cuatro años después de sucumbir a la enfermedad, el periodista y eurodiputado del PP Luis Herrero relataba en su libro Los que le llamábamos Adolfo aspectos conocidos de su cruel enfermedad. Cuenta anécdotas como cuando los escoltas tuvieron que impedirle salir a la calle para repartir billetes de quinientos euros a las personas que paseaban por la calle como era su propósito, o aquella ocasión en la que se bajó del coche y se puso a dirigir el tráfico como si fuera un guardia municipal.

Especialmente dramático fue el momento en el que le informaron, el 7 de marzo del 2003, de que su hija Mariam, su ojito derecho, había muerto víctima de cáncer, al igual que su madre, contra el que había luchado encarnecidamente. «Papá, Mariam ha muerto», le dijo su hijo Adolfo. Al oírlo, puso cara de extrañeza y respondió: «¿Y quién es Mariam?». Era la prueba más demoledora de que la amnesia había ocupado su mente.

Otra de sus hijas, Laura, la pintora, se instaló en su cada de La Florida para atenderle y un cuidador extremeño se ocupaba de que no se descuidara y se tratara a la figura más importante de la transición. Adolfo Suárez estuvo protegido por los suyos, le veía poquísima gente, solo sus amigos íntimos. Su última fotografía pública fue aquella en la que se ve de espaldas, abrazados, charlando por el jardín del expresidente, el rey don Juan Carlos le dijo, «soy tu amigo». La última imagen de un hombre que hizo historia, aunque él no la recuerde.

Funeral de Estado

Los servicios de protocolo ultimaban ayer los detalles del funeral de Estado, que previsiblemente seguirá el guion del oficiado con motivo de la muerte, en el 2008, de Leopoldo Calvo Sotelo, sucesor de Suárez en la Moncloa.

Lo más probable es que el Gobierno decrete luto nacional y que los restos mortales de Suárez sean trasladados al Congreso, donde serán recibidos por el presidente del Gobierno y de las dos cámaras de las Cortes. Es previsible que el rey también acuda y que posteriormente la capilla ardiente se abra al público para que los españoles puedan darle su último adiós. El funeral de Estado será oficiado en la catedral de la Almudena, y con ello concluirá el programa oficial de la despedida a Adolfo Suárez.