Súarez, la leyenda que se apaga

ESPAÑA

El artífice de la transición, que acaba de cumplir 75 años, padece el mal de Alzheimer, que no le permite recordar que fue el presidente que abrió el camino ala democracia en España, aunque no sufre y vive rodeado del cariño de sus hijos

01 oct 2007 . Actualizado a las 11:28 h.

Adolfo Suárez, el ex presidente del Gobierno que no sabe que fue presidente, acaba de cumplir 75 años. Aunque ahora es unánimemente elogiado y reconocido con toda justicia como hacedor de la democracia, sufrió en su tiempo durísimas campañas y fue atacado con saña.

El hombre que desmontó pieza a pieza el engranaje del franquismo concitó el odio más visceral de la extrema derecha y los militares golpistas, que le convirtieron en su bestia negra. Fue objeto de la implacable y despiadada oposición de los socialistas. Alfonso Guerra le tildó de «tahúr del Misisipi», «perfecto inculto procedente de las cloacas del franquismo» e insinuó en 1978 que se sumaría a un golpe militar, subiéndose a la grupa del caballo del general Pavía. Su valiente actitud cuando Tejero entró en el Congreso convirtió esa malvada predicción en una de las más injustas de la historia.

Fue despedazado por las intrigas internas de los barones de la UCD, envidiosos del éxito de un hombre de menor formación cultural, que no leía, pero con una intuición que le hacía un animal político insuperable. Y la prensa le vapuleó cuando estaba a punto de caer. En una entrevista recuperada estos días que le hizo Josefina Martínez del Álamo en 1980 y que no vio la luz porque sus consejeros decidieron vetarla por su dureza, mostraba su soledad. «Soy un hombre absolutamente desprestigiado. He sufrido una enorme erosión», confesaba con indisimulado abatimiento.

Más de cuatro años después de que Suárez sucumbiera a una terrible demencia senil similar al alzhéimer, el periodista y eurodiputado del PP Luis Herrero relata en su libro Los que le llamábamos Adolfo (La Esfera) aspectos desconocidos de su cruel enfermedad. Por ejemplo, cuando los escoltas tuvieron que impedirle salir a la calle para repartir billetes de quinientos euros a las personas que paseaban por la calle como era su propósito, o aquella ocasión en la que se bajó del coche y se puso a dirigir el tráfico como si fuera un guardia municipal.

Especialmente dramático es el momento en que le informaron, el 7 de marzo del 2003, de que su hija Mariam, su ojito derecho, había muerto víctima del cáncer, contra el que luchó encarnizadamente. «Papá, Mariam ha muerto», le dijo su hijo Adolfo. Al oírlo, puso cara de extrañeza y respondió: «¿Y quién es Mariam?». Era la prueba más demoledora de que la amnesia había ocupado su mente.

Tres meses después, Suárez Illana contaba el drama en televisión: «Ya no conoce a nadie». En esa época le contó a Luis Herrero que su padre «no se deja cuidar, no le podemos duchar ni afeitar, parece un homeless, es tremendo».

Cuidados

La situación cambió cuando Laura, la hija pintora, se instaló en la casa de La Florida para atender a su padre y un cuidador extremeño llamado Santiago se ocupó de que no se descuidara y se tratara.

Ahora, revela Herrero, «el porte exterior de Adolfo vuelve a ser tan elegante y pulcro como el de siempre». Casi a diario juega al pimpón, al futbolín y hace putts en el green que tiene en el jardín de su casa. Tiene algunos tics, sobre todo en las piernas, y una leve ansiedad que le hace estar bastante inquieto, pero su aspecto es saludable y está fuerte. Los médicos están de acuerdo en que no sufre y responde al cariño de sus hijos. Adolfo hijo come con él a diario y le saluda militarmente, porque a su padre le gusta.

Controvertido texto

Pero el libro de Herrero ha levantado ampollas, porque asegura que Suárez le dijo en 1994: «No descarto la posibilidad de que, muy pronto, me toque ir al despacho del Rey para decirle: ?Majestad, no tiene usted más remedio que abdicar por el bien de España?». Era la época en la que habían aparecido informes sobre los supuestos negocios privados del jefe del Estado.

Adolfo Suárez Illana ha montado en cólera y ha acusado a Luis Herrero, hijo de Fernando Herrero Tejedor ?gran mentor político del abulense ? de mentir y traicionar al ex presidente, que ya no puede defenderse. El hijo de Suárez asegura: «Pone en boca de mi padre frases con las que se hace daño a instituciones y personas a cuya defensa ha dedicado toda su vida política y por las que hubiera dado materialmente la vida».

«Suárez fue un héroe y un pícaro, totalmente decisivo para el paso de la dictadura a la democracia», asegura José García Abad, autor de Adolfo Suárez. Una tragedia griega. Un libro que termina así: «Han tardado años en darle al César lo que era del César y Adolfo Suárez ha pasado del barro al oro, de la ignominia a la santidad» En su opinión, «fue el gran motor de la transición, más que el Rey, que jugó el papel de seguro ante los que tenían el sable levantado». Carlos Abella, antiguo colaborador de Suárez y autor de Adolfo Suárez. El hombre clave de la transición, considera que «sin su audacia y generosidad nada hubiera sido igual». Nicolás Sartorius, coautor de El final de la dictadura, mantiene que el «motor del cambio fue la movilización social, no el Rey ni Suárez». Este ha entrado ya en la leyenda, pero su estrella se apaga poco a poco.