La resurrección del PSOE

OPINIÓN

03 dic 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Un mes después de la investidura, y a pesar de los augurios que hacíamos sobre las intenciones suicidas de los socialistas, todo indica que el PSOE ha recobrado su cordura, y que la España del enorme e irracional bloqueo, inspirado desde las nuevas políticas, empieza a ser gobernable. Frente a los que nos hicieron creer que el «no es no» nacía en las bases, y que era administrado con absoluta lealtad por Pedro Sánchez, la gestora que dirige Javier Fernández -con encomiable discreción- está demostrando todo lo contrario: que hasta Antonio Hernando, portavoz de los anteriores desastres, sabe y quiere pactar, y que las rabietas personales de Sánchez empiezan a perderse en la aterradora soledad de los tozudos.

No faltará quien diga que aún es pronto para echar las campanas al vuelo, y que los buenos indicios obtenidos de los pactos sobre la educación, el déficit autonómico, el salario mínimo y el techo de gasto quedan compensados con la fiebre derogatoria que se exhibe contra las leyes de la mayoría absoluta del PP. Pero yo no creo tal cosa. Porque el PSOE, cuando quiere hacer política de Estado, sabe hacerla, y nadie le va a dar lecciones sobre cómo se acuerda lo esencial, al servicio del país, mientras se domestican las pasadas frustraciones usando temas de trascendencia limitada. Si mi olfato no falla, el PSOE ha regresado a las políticas de Estado. Y si tal premisa se cumple, no tardará en recuperar su credibilidad perdida, y en poner las fronteras del populismo en las lindes de Podemos.

Los primeros en notar que el PSOE está de vuelta fueron Ciudadanos y Podemos, que, tras haber ocupado espacios de debate e influencia que no habían ganado en las urnas, se ven obligados a enfriar sus expectativas y a reconocer su escasa significación en la recentralización realista de la política española. También lo están notando las bases del PSOE, que empiezan a creer que es posible regresar a los 120 escaños e iniciar la reconstrucción de una alternativa de Gobierno. Lo notan, así mismo, los que apoyaron de buena fe las bravatas de Sánchez, y que, tras pasarse tantos meses mesándose los cabellos, notan que han recobrado dirección, sentido político y lealtad patriótica. Y también lo sabe Rajoy, que, dispuesto a compartir las responsabilidades y méritos de este tiempo de tribulación, ya se atreve a creer que, además de gobernar, también es posible abordar una reforma constitucional consensuada, prudente y afecta al orden democrático vigente.

Las cosas, creo, son así. Con lo que queda demostrado que el problema de España no fue la fragmentación del Congreso, ni los populismos, ni el pasotismo del PP, ni la desorientación del electorado. El problema estuvo en Pedro Sánchez y sus pedrosanchezadas. Porque incluso el motor más perfecto se puede descarriar si se le pone un croio en sus engranajes.