¿Votaremos más aún al caballo de Troya?

OPINIÓN

07 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Fruto de un notable caos mental, y de un puritanismo inexperto, Albert Rivera, ese niño que tantas madres quieren tener, se va a sentar esta tarde con dos tahúres del Misisipi: Iglesias, o sus errejones, que fueron comisionados por Chávez para montar en España una democracia bolivariana, y con Sánchez, o sus luenas, que, ávidos de Moncloa, ya aceptan meter a Iglesias y Rivera en el mismo saco, o cambiar a Rivera por Iglesias, o sumar Podemos con los independentistas, o amalgamar en su simulacro de Gobierno toda la indignación confederada, o prometernos las reformas legales y constitucionales que solo el PP puede garantizar, o pactar con los nacionalistas catalanes y vascos -¡en el más absoluto secreto!- el mismo referendo del que abjuran y se espantan delante de Rivera y Susana Díaz.

Este aquelarre tripartito, con el que algunos están dispuestos a embarcarse sin más requisito que liquidar a Rajoy, no tiene más que dos salidas: el fracaso total, que deja a Rivera convertido en el político más iluso y jactancioso de Eurasia, responsable de un vodevil disfrazado de política de Estado; o la generación de una tormenta perfecta que, para evitar que acaben aquí todos sus delirios de grandeza, arrasará España durante una legislatura caótica y sin Gobierno.

Pero hoy no quiero hablar de política -y le pido por favor que no se ría-, sino de moral. Porque lo que está fracasando no es la posibilidad de un Gobierno cogido por los pelos que en realidad nunca existió, sino la farsa de un regeneracionismo anti Rajoy, y a favor de nadie, que no iba a hablar ni de números ni de sillas, que no iba a mezclarse con las ambiciosas catervas de la vieja política ni con los que hubiesen sido tocados por la sombra de la corrupción y la indecencia, que iba a resucitar a Suárez, y que finalmente aceptó negociar una España mohosa y agrietada con todos los que quieren destruirla en primera o segunda vuelta, mientras le negaba el pan y la sal al único partido que podía sacarnos de este pozo sin pasarnos por la trituradora.

Digámoslo claro: los que hacen saltar la banca no son los independentistas, ni los chavistas, ni los indignados, ni las mareas, ni los populistas, ni Carmena, ni Colau, ya que todos ellos creen sinceramente en la regeneración por el caos. Tampoco me cebaré con Sánchez, al que la ambición personal cegó hasta hacerlo volar hacia la Moncloa, como si fuese un murciélago, guiado por ultrasonidos.

El que hizo saltar la banca fue Rivera, que habiendo ganado los votos orientados al orden europeo y a la regeneración de la transición, puso todo su capital al servicio del caos, para darle los visos de sentido y viabilidad que en absoluto tenían. Por eso me llevaría una enorme sorpresa si, en las ya inminentes elecciones, le aumentásemos la ración de cebada a este caballo de Troya.