La culpa de que nos maten no es nuestra

Gonzalo Bareño Canosa
Gonzalo Bareño A CONTRACORRIENTE

OPINIÓN

17 nov 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Ocurrió tras el 11M en Madrid, el 7J en Londres, la masacre de Charlie Hebdo y ha vuelto a suceder con la matanza de París. La sangre de las víctimas está todavía tibia, pero una buena parte de la opinión pública europea no pone el foco en los asesinos, sino en el peligro de islamofobia, la situación de los refugiados sirios tras los ataques y la supuesta sed de venganza francesa. A esa primera reacción le sigue la búsqueda de las causas. Y en ese capítulo cabe todo, excepto que los únicos responsables de semejantes atrocidades sean los bárbaros capaces de ametrallar a inocentes invocando una interpretación medieval del islam. La responsabilidad es también de Estados Unidos por invadir Irak -aunque el yihadismo asesinara a 3.000 personas en Nueva York antes de esa invasión-, de Francia por combatir el terrorismo en Siria, de Occidente por intervenir en Oriente Medio, de Occidente por su pasividad en Oriente Medio, de Israel. Todos encuentran alguna culpa añadida a la de los terroristas. Resulta casi imposible encontrar una condena nítida y expresa de los autores de los asesinatos que no vaya a acompañada de algún reproche a la responsabilidad de Occidente.

Ha habido atentados iguales o peores en otros territorios. Pero no hay ningún otro lugar en el mundo, al margen de Europa, capaz de añadir al dolor por el asesinato de sus ciudadanos la autoflagelación por un incomprensible sentimiento de culpa en esas matanzas. Responder a la masacre de París tocando al piano el Imagine de John Lennon frente al Bataclan o rechazar un pacto antiyihadista proponiendo en su lugar un Consejo de Paz, como hace Pablo Iglesias, contribuye a difundir ese absurdo mensaje de que las culpas están repartidas. ¿Queremos firmar la paz con quienes crucifican a niños?

Al contrario de lo que afirman los que consideran que cualquier respuesta militar sería «una venganza», lo que es una ignominia y una vergüenza para el mundo civilizado es permitir que exista un extenso territorio que funciona como un Estado regido por asesinos en masa. La destrucción del Estado Islámico, la aniquilación de sus combatientes y la liberación de los ciudadanos sometidos a su régimen de terror es un imperativo moral para el mundo libre si pretende seguir siéndolo, aunque eso no acabe con el yihadismo. Aplazar esa decisión solo servirá para que Daesh se fortalezca y se expanda, y para incrementar las muertes de inocentes en Oriente y Occidente.

El buenismo pacifista a lo Neville Chamberlain frente a la barbarie provocará más víctimas que el uso legítimo de la fuerza. Si los aliados hubieran declarado antes la guerra a Hitler, se habría evitado el horror de las cámaras de gas, pero también la atrocidad de los bombardeos sobre Alemania, que mataron a cientos de miles de civiles y dejaron sin hogar a millones. La guerra contra el Estado Islámico está justificada porque en esta ocasión sí hay armas de destrucción masiva. Son los miles de terroristas dispuestos a matarse para matarnos.