Pues si esta es la nueva izquierda, estamos aviados

Roberto Blanco Valdés
Roberto L. Blanco Valdés EL OJO PÚBLICO

OPINIÓN

17 jun 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Siguiendo los pasos de la nueva regidora Ada Colau, el no menos flamante alcalde de Ferrol demostraba este lunes una radical incomprensión de lo que es la democracia, tanto que su cacao mental se parece bastante, como el de Colau, al de quienes confunden el culo con las témporas. Jorge Suárez declaraba a este periódico estar preparado «para facer o que a xente decida a través da participación cidadá, como debe facer un alcalde».

Suárez parece desconocer por qué hay elecciones democráticas y por qué los representantes, sometidos al control de la oposición política y la sociedad, deciden por los representados. Es fácil: elegimos concejales y diputados y estos designan, a su vez, alcaldes y presidentes porque, salvo en casos muy excepcionales, la gente no puede decidir por sí misma en una sociedad compleja.

Y no puede, al menos por dos razones esenciales: porque gobernar es tomar todos los días docenas (a veces cientos) de decisiones que se eternizarían si hubiera que consultar a la gente de un modo sistemático; pero además, y sobre todo, porque eso que Suárez llama la gente es un conjunto atomizado de personas con intereses divergentes y muchas veces contradictorios entre sí. Es justamente para mediar entre tales intereses para lo que elegimos gobernantes y no para que estos nos endilguen la labor por la que cobran: decidir en nuestro nombre.

Más grave es aún la incomprensión de la democracia de Colau cuando afirma la locura de que «si hay que desobedecer leyes injustas, se desobedecen», pensando, claro, que la mayoría permite pasarse el Estado de derecho por el arco del triunfo. Un pensamiento que, seguro, Colau no compartirá cuando se exija a los vecinos de Barcelona pagar las multas, los transportes públicos, el agua o la recogida de basuras, aunque todo ello le parezca al afectado de turno profundamente injusto.

Pero lo bueno de ser nueva izquierda y de creerse con esa superioridad moral a la que nos referíamos aquí mismo Xosé Luís Barreiro y yo en nuestros dos últimos artículos es que uno puede aplicarse a sí mismo un código de conducta mucho más liviano que el que exige a los demás. ¿Se imaginan que un concejal de Madrid del PP o del PSOE hubiera escrito en la Red, siendo ya una persona hecha y derecha, las burradas repugnantes y abominables sobre Irene Villa (a quien ETA le voló las piernas siendo niña) o sobre los millones de judíos convertidos en ceniza por los nazis? La escandalera sería tan monumental que el concejal no solo habría tenido que abandonar su concejalía, sino que salir del ayuntamiento de inmediato. Pero el tal Zapata no se marcha, ni nadie de Ahora Madrid o Podemos se lo exige porque, ya se sabe, ellos son los buenos y los que los critican, aunque sea con toda la razón, son (somos) los malos. Y así se escribe la historia. Al menos, en España.