Técnicamente, lo de ayer no ha sido un debate. Ha sido una sucesión de discursos que se pueden dividir en tres sectores: los muy institucionales, a cargo de Rubalcaba, Rajoy y Rosa Díez, citados sean por orden de calidad; los nacionalistas, quejumbrosos como siempre, posibilista el vasco y con aire de despedida el catalán; y los de turbamulta. Incluyo en este último apartado a los de escarapela tricolor en la solapa, los de la camiseta reivindicativa, los de la pancarta y los que se fueron pidiendo a gritos la república vasca. Si el espectáculo hubiese sido visto por un periodista extranjero que no conociese la composición del Parlamento español, habría enviado esta crónica: impresionante mayoría de discursos en contra de la monarquía. Y es que hubo más oradores críticos que defensores de la Ley de Abdicación y de la forma de Estado; más partidarios de echar abajo la Corona que de mantenerla. Es lo que tiene el respeto a las minorías: están tan diseminadas que parecen mayoría, aunque al final tengan menos del 15 por ciento de los votos.
Reducido todo al máximo, la sesión dejó el siguiente cuadro político del que supongo que habrá tomado nota el futuro rey Felipe VI:
1) Tiene la vía legal expedita para acceder a la Corona, porque el Congreso aceptó la abdicación. Ya no hay inconveniente que lo pueda impedir.
2) La monarquía que va a encarnar se sostiene sobre dos cimientos, que son el del PP y el del PSOE que, gracias a UPyD y otras minorías, no aparecen en rigurosa soledad.
3) Uno de esos cimientos, el socialista, ha comenzado a debatirse en serio entre su alma republicana y no sé cómo se planteará cuando no esté ese muro de Rubalcaba para resaltar que socialismo y monarquía son perfectamente compatibles, como demuestran los últimos 39 años de historia.
4) Están ahí las reivindicaciones territoriales, que tienen todo el aspecto de crecerse ante el cambio en la jefatura del Estado y no darán facilidades.
5) Por primera vez se plantea en el Parlamento la reclamación republicana, que también está crecida, aunque sea desordenada e insuficiente.
6) Existe una demanda generalizada de reforma de la Constitución, que alguien tendrá que ordenar y encauzar, porque el partido gobernante no la dio por recibida, ni en boca de Rajoy ni de su portavoz Alfonso Alonso.
Y 7) Felipe VI comenzará su reinado con respaldo suficiente, tanto de las Cortes como de la opinión pública; pero tiene incómodas termitas debajo del trono. Es gran verdad lo que dijo uno de los oradores más críticos: tendrá que ganarse el puesto. Y a esto último apostillo: si ese es todo el problema, no habrá problema, porque lo ganará. Pero ha de saber que empieza reinado en un clima de completa revisión.