Artur Mas en el carrer del Perill

Luís Pousa Rodríguez
Luís Pousa FARRAPOS DE GAITA

OPINIÓN

23 abr 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Cuando Barcelona se fumaba el cigarrito poscoital de sus Juegos Olímpicos, allá por los primeros noventa, viví durante una temporada en el carrer del Perill (peligro, en catalán), una de esas calles típicas del barrio de Gracia, estrechas, difíciles y fascinantes a partes iguales. Y, claro, caí enamorado del carrer del Perill, del barrio de Gracia, de Barcelona y de Cataluña. Sí, se puede amar a dos o tres patrias. Sabemos desde Homero que el corazón humano es un músculo omnívoro, adúltero y esquizofrénico por naturaleza. Se puede ser de papá y de mamá, del Barça y del Dépor, incluso de los Beatles y los Rolling. El corazón, ya lo confirmó luego Tolstói, da para eso y para mucho más. Es muy elástico.

Mientras deambulaba entre mi cuarto sin luz del Perill y la biblioteca de la facultad en la Gran Vía -intentando ser matemático, o escritor, o periodista, o no sé qué- Artur Mas, tan del Ensanche él, tan del textil de Sabadell y tan del seny de diseño, andaba forjándose una carrera, un futuro, un nombre, una epopeya digna de su mesianismo. Yo me peleaba con el teorema de Gödel y él, mucho más astuto, se hacía un hueco en la historia, que yo creo que siempre fue su asignatura favorita. Creo que ya intuía entonces que aquello de los hechos y las hazañas podía retorcerse a gusto del consumidor.

Porque a Mas, aunque es economista y se proclama liberal y nacionalista, no le van las matemáticas. O por lo menos no fue a clase el día que sus compañeros de pupitre del Liceo Francés de Pedralbes estudiaron el diagrama de Ben y sus intersecciones. Si supiera algo de Cantor y de su teoría de conjuntos entendería a la primera que si Cataluña es un subconjunto de España y España un subconjunto de Europa, entonces si Cataluña deja de pertenecer a España, automáticamente deja de ser un subconjunto de Europa.

Claro que ni España ni Europa tienen sentido sin Cataluña (y viceversa), así que eso, sencillamente, no va a suceder. Va a quedarse solo en el sueño húmedo y mesiánico del engolado Artur Mas, que iba para yerno ideal y, al final, se nos ha perdido entre las sombras y los okupas del carrer del Perill.