¿Milagros?

Gonzalo Ocampo
Gonzalo Ocampo EL RETROVISOR

OPINIÓN

03 sep 2013 . Actualizado a las 07:00 h.

Al cabo del tiempo no conocemos milagro alguno en el ordinario desarrollo del tráfico. Los errores, propios y ajenos, tienen su precio -desorbitado en ocasiones- y su vertiente injusta, como cuando «pagan a veces justos por pecadores», que dice el Quijote. Es lo peor, que esos errores procedan de ciertos desórdenes morales o que sean la inevitable consecuencia de las imperfecciones propias del ser humano. Son desatenciones a normas de obligado cumplimiento sobre las que ronda siempre la nota de la velocidad, que llevan a la infracción, cuando no al desastre. Quiere decirse que predicar «tolerancia cero» en la accidentalidad en el tráfico es utopía. Nunca la autosuficiencia de la persona traspasará el dique de sus propias limitaciones. Acierta el legislador al comenzar su capítulo de normas redactando primero las de comportamiento, las que imponen diligencia y precaución. Aún así, después, pasa lo que pasa.