El BCE, ¿de los Estados o de los mercados?

Albino Prada
Albino Prada CELTAS CORTOS

OPINIÓN

18 abr 2012 . Actualizado a las 07:00 h.

Mientras el Banco Central Europeo (BCE) dosifica a ritmo de ducha irlandesa las compras de deuda pública de los países sometidos a especulación financiera y sermonea un día sí y otro también sobre los sacrificios necesarios en esos países, facilita de forma masiva crédito barato (al uno por ciento de interés) a los bancos. El sistema financiero español se nos dice que habría recibido 316.000 millones de euros de peticiones de financiación, una cuarta parte del total del eurosistema, y ya estaríamos acumulando más del 60 % de los fondos pendientes de devolver al BCE en toda la eurozona.

Con esos recursos (que llegan ya a la mitad de toda la deuda soberana acumulada por España) las entidades financieras españolas estarían comprando a manos llenas una deuda pública que aumenta su rentabilidad cada día que pasa. Hoy el tipo medio a largo plazo que debemos pagar por el total de la deuda viva acumulada se sitúa ya por encima del cuatro por ciento y el Gobierno asume -en el escenario de sus Presupuestos del Estado para el 2012- que superaremos el cinco por ciento este año.

De manera que la factura que tenemos que pagar los contribuyentes (con más impuestos, con menos gastos, o con ambas cosas) ronda ya los treinta mil millones de euros. Más que todos los ajustes, podas y motosierras ya anotados y asumidos por el país. Aunque si el BCE en vez de financiar a los bancos al uno por ciento (para que compren deuda pública al cinco) comprase directamente deuda española en el mercado primario y secundario de forma estable? el ahorro derivado podría superar fácilmente los diez mil millones de euros. Justo la cifra con que ahora se amenaza a nuestros sistemas sanitario y educativo.

Es de lamentar que el Banco Central Europeo demuestre con su actuación (barra libre para los bancos y electroshocks para los países) quiénes son sus amigos y sus prestatarios preferidos. Porque el lector debe saber que son los Estados los que participan en el capital del BCE, no los bancos privados de los distintos países. Por eso no es de recibo que no le importe agravar crisis y depresiones sociales, mientras da respiración asistida a poderes financieros en muchos casos zombis. Es una actuación no solo antisocial sino, además, de altísimo riesgo. Un BCE en manos de los fundamentalistas del mercado -de Fráncfort, Milán, París, Madrid o Bruselas- está dictando la política económica que deben cumplir los Gobiernos y los Parlamentos. Y así le va a Europa.