18 jun 2002 . Actualizado a las 07:00 h.

El análisis marxista considera al Estado como un conjunto de instituciones relativamente autónomas cuya funcionalidad última responde a las exigencias lógicas de una estructura de dominación. Esta estructura tiene su origen en las relaciones productivas y afecta esencialmente al reparto del excedente. O sea, para el marxismo, las contradicciones y conflictos inherentes al sistema capitalista se concretan en la producción y la distribución, con incidencia directa en los ámbitos de la empresa y de la política (intervención del Estado). En ese contexto, la huelga y los piquetes se consideran instrumentos de lucha de los trabajadores e incorporan siempre elementos de violencia y de coacción. La explicación neoliberal de las huelgas, desarrollada a partir del análisis pionero de Marcus Olson (The Logic of Collective Action,1965) sobre los grupos de interés, es la siguiente. En las sociedades democráticas los individuos con intereses comunes tienden a asociarse para la defensa de los mismos, negociando y presionando al Estado para que las políticas públicas (fiscales, monetarias, presupuestarias o reguladoras) les beneficien directamente. Los sindicatos, las organizaciones de empresarios, los consumidores, las iglesias, los ecologistas, etc., son grupos de presión o de interés con poder y capacidad de influencia desigual. Grupos latentes Los sindicatos son para Olson grupos latentes que sólo llegarán a ser de presión si incorporan lo que denomina incentivos selectivos . Porque cuando los grupos son numerosos, se produce el comportamiento free rider (usuario gratuito) como ocurre en los bienes públicos. Aplicando al caso la racionalidad del homo economicus , los individuos intentarán apropiarse de los beneficios de la huelga sin soportar sus costes (no participar en la misma), circunstancia que obliga a introducir el incentivo selectivo del piquete para reforzar la voluntad sindical. Sin estos elementos de sanción y coacción, añade Olson, sólo existirán grupos latentes con escasa influencia, no grupos de presión efectivos. Otro argumento utilizado con frecuencia y éxito menor, es el que invoca la contradicción de intereses (interés general versus intereses sectoriales). Porque si la sociedad es robusta y organizada, el interés general tiende a ser fruto de procesos complejos de negociación y acuerdos entre las partes que la forman. Utilizar el concepto abstracto de interés general para imponer con violencia sutil medidas que dañan gravemente a otros, como sucede a veces, puede ser inaceptable. En nombre del interés general numerosos gobiernos utilizan el presupuesto público para reproducirse en el poder. En todo caso, una pregunta flota en el ambiente. ¿Cómo explicar las semejanzas teóricas sobre la naturaleza coactiva de los piquetes en dos enfoques tan distantes de la ciencia económica? ¿Coincidencia surrealista o evidencia abrumadora de lo costoso que resulta alterar la distribución de la riqueza?